La obra de Cris Pink que forma parte de la vivienda. Foto: JOANA PÉREZ

TW
0

La pintora Cris Pink y el arquitecto Pepe Riutort han trabajado juntos en un proyecto en el que el arte y la arquitectura conviven dialogando, un hecho no muy habitual especialmente en unos tiempos en los que la especulación inmobiliaria no deja margen a muchas alegrías creativas. «Trabajar junto con pintores o escultores era un sueño dorado, e imposible, porque cuando trabajas para un promotor se barajan otros conceptos como el de la rentabilidad económica», comenta el arquitecto.

La oportunidad llegó cuando Riutort se propuso reformar una vivienda del centro de Palma para uso propio. Desde el principio contó con la participación de Cris Pink para «el análisis del espacio, el estudio de los colores, todo esto se gestionó al mismo tiempo que el cuadro», un enorme lienzo que ocupa al completo una de las paredes de este pequeño piso abuhardillado no como un elemento decorativo, «no como un icono», sino que fue pensado para convertirse en pieza fundamental del conjunto. «Como un tatuaje en la piel», dice Riutort.

La gestación y conclusión de la obra duró varios meses y la «calma», asegura Cris Pink, definió el proyecto. El gran mural azul ofrece, a primera vista, una gran calma y paz, «un cobijo», y atrae al espectador a las aguas profundas del Mediterráneo. «No podía hacer un cuadro mío en exclusiva», dice la pintora. «Al final, el cuadro es la consecuencia de lo que hay, una superficie, una piel que no me imagino que fuera de otra manera». Pink ha conseguido dar a esta tela abstracta, en la que dominan los azules, una apariencia orgánica, líquida.