Algunas de las piezas de Oppenheim. Fotos: JOAN TORRES/JAUME MOREY

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LAURA MOYÀ/MARIANA DÍAZ
Para Dennis Oppenheim, sus obras sólo tienen una cosa en común: «La misma persona». El resto, difiere según la temporada. El artista empezó en el universo deland art y, ahora, ha llegado hasta el arte público. En medio, pasó por la fotografía, ebody art y la escultura. La antológica «De l'art a camp obert a l'art urbà», que desde ayer puede verse en el Centre de Cultura Sa Nostra, permite hacer un recorrido por su particular mundo personal.

«Al arte hay que ponerle sentido del humor, sobre todo para rebajar algunos temas demasiado oscuros», afirmó Oppenheim. Un ejemplo de la ironía que el autor incluye en sus piezas es «Flaming Moose», la escultura de un alce al que le salen llamas de las astas. Y, un ejemplo de la oscuridad o trascendencia de sus obras, sería «Gathering», compuesto por pequeñas esculturas de cera de abeja que representan a Oppenheim pensando y a la «contradicción humana».

La exposición parte de sus primeras fotografías, «esenciales» en su trayectoria. Sus acciones públicas están presentes en algunos bocetos como el de «Device tono Root out Evil», la iglesia invertida de la Porta de Santa Catalina, «una pieza destinada a extirpar el mal». «Hay tanto misterio en el arte que el artista debe darlo todo, debe someterse». El paso del arte conceptual al público nace de «una necesidad de reinvención». «Esta tendencia permite que todas las personas vean una escultura, incluso aquelllas que nunca hubieran ido a una exposición». A pesar de esto, «no hay que centrarse en el espectador» porque «podría haber manipulación».