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IVÀN TERRASA - MADRID
-A su hermano David le acaban de preseleccionar para los Oscar. ¿Qué le ha dicho?

-En realidad no hablamos mucho de eso. Le dije que lo más difícil era la primera etapa, que te nominen entre las cinco últimas es más complicado que ganar el Oscar, donde tienes al menos un veinte por ciento de posibilidades.

-¿Cómo recuerda usted el proceso con «Belle Epoque», desde que fue preseleccionado hasta que levantó la estatuilla?

-El momento del Oscar fue una locura. Antes, durante la promoción de la película, trataba de distraerme y no pensar demasiado, entre otras cosas porque tú no puedes hacer nada, las reglas de la Academia son muy estrictas, contrariamente a lo que se cree. A algunos en la Academia española les convendría aprender de estas cosas.

-Tiene su Oscar en una estantería, ¿lo mira, lo coge, le habla de vez en cuando?

-Se me olvida completamente de que está ahí. Lo puse junto a la estatua de una escultora senegalesa, una pareja que está haciendo el amor, con lo que es un Oscar voyeur, mirando todo el día a esa pareja. Así está acompañado.

-Los directores que critican el valor real de los Oscar, ¿son unos valientes o son unos hipócritas, o es que nunca lo han ganado?

-Creo que tienen derecho a criticar, y probablemente con razón en un alto porcentaje. Uno tiene que saber que los premios son una parida, aleatorios, arbitrarios. Si saco la lista de las películas que han ganado la Palma de Oro en Cannes, la mitad son muy buenas y la otra mitad son muy malas. A la vez, tienen importancia en la difusión de las obras. Es como cuando una atleta en Grecia ganaba las Olimpiadas, le hacían calles, estatuas, y a lo mejor había otro atleta igual de bueno.

-Trabaja muy tarde hasta la madrugada. ¿Cómo son estas noches suyas?

-Muy irregulares. Yo soy una persona muy dispersa, me gustan más cosas de las que debería, acabo siendo víctima de mis aficiones y mis vicios. Lo que más he odiado en la vida es hacer cuatro cosas a la vez, y ahora lo estoy haciendo. Lo que pasa es que no quiero dejar ninguna porque todas me gustan.

-¿A qué proyectos se refiere?
-Estoy escribiendo lo que creo que será mi próxima película, una película muy extraña, diferentes. Ahora se hacen muchas películas de ficción rodadas como si fueran documentales. Voy a hacer lo contrario: un documental rodado como si fuera una ficción. Va a ir sobre la vida de una favela en Bahía, donde no hay violencia ni drogas, la única favela pacífica de Brasil, donde la gente, gracias a la música, ha conseguido salvarse de eso a lo que están condenados los más pobres. También estoy escribiendo unos prólogos para los guiones de Billy Wilder y terminando el DVD de Valdés y El Cigala. Lo sorprendente es que soy muy vago, la persona más vaga que conozco.

-¿De cuál de todos sus trabajos se siente más satisfecho?

-Nunca he hecho una película para conseguir éxito. Siempre las he hecho como un juguete, esa cosa bonita, pasarlo bien. Y luego, a veces, le gusta también a todo el mundo. El disco de Bebo y Cigala lo hice así, como cosa mía, y luego ha emocionado a mucha gente.

-¿Es nostálgico?
-No recuerdo mi infancia como maravillosa. La España donde yo viví de pequeño era un país horroroso, siniestro, sórdido, y eso lo contagiaba todo. Un país donde si una pareja se daba un beso en la calle, la gente prácticamente los linchaba, mientras que en París las parejas se besaban por todas las esquinas.

-Pongamos que hubiera nacido hace 200 años, cuando el cine aún no existía. ¿A qué cree que se hubiera dedicado?

-A mí la época en la que me hubiera gustado vivir es entre 1870 y 1914, eso que se llamó la belle epoque. La época donde se escribió la novela realista, Chejov, Flaubert, Balzac un poquito antes, los pintores impresionistas y post-impresionistas, que hacen una revolución de gran belleza, gentes que estaban inventando el mundo moderno. Ser un pionero del cine no hubiera estado mal, pero me veo más de pintor post-impresionista.

-¿Cómo es posible que películas tipo «Los Àngeles de Charlie» se exhiban en cientos de salas de todo el país, mientras que buenos proyectos españoles no llegan ni a estrenarse?

-Es que el mundo está tomado por los idiotas. No hay más que ver cómo son la mitad de presidentes de los países.

-¿Qué es más peligroso, un crítico influyente o un actor indisciplinado?

-Un crítico influyente. Pero, a Dios gracias, no existen críticos muy influyentes en el cine hoy. La crítica se ha degradado, es muy mala, no como en los años 50 y 60, donde los críticos eran gente que amaba el cine. Hoy día la crítica la hacen señores que lo único que quieren es que les paguen sus dos folios.

-¿Contento de volver en unos días a Mallorca?
-A Mallorca me llevó mi mujer cuando yo la conocí, con veinte años. A mí eso de los veraneos no me gustaba, pero pronto comprendí que iba a pasar todos los veranos en Mallorca, porque mi mujer no podía vivir sin la Isla. Así que con los años nos compramos una casa. Descubrí la otra Mallorca, los pueblos, la Tramuntana, la comida. En casa, uno de los platos que comemos todo el año es el tumbet, que me parece una de las cosas más grandes que existen.