-En realidad no hablamos mucho de eso. Le dije que lo más
difícil era la primera etapa, que te nominen entre las cinco
últimas es más complicado que ganar el Oscar, donde tienes al menos
un veinte por ciento de posibilidades.
-¿Cómo recuerda usted el proceso con «Belle Epoque»,
desde que fue preseleccionado hasta que levantó la
estatuilla?
-El momento del Oscar fue una locura. Antes, durante la
promoción de la película, trataba de distraerme y no pensar
demasiado, entre otras cosas porque tú no puedes hacer nada, las
reglas de la Academia son muy estrictas, contrariamente a lo que se
cree. A algunos en la Academia española les convendría aprender de
estas cosas.
-Tiene su Oscar en una estantería, ¿lo mira, lo coge, le
habla de vez en cuando?
-Se me olvida completamente de que está ahí. Lo puse junto a la
estatua de una escultora senegalesa, una pareja que está haciendo
el amor, con lo que es un Oscar voyeur, mirando todo el día a esa
pareja. Así está acompañado.
-Los directores que critican el valor real de los Oscar,
¿son unos valientes o son unos hipócritas, o es que nunca lo han
ganado?
-Creo que tienen derecho a criticar, y probablemente con razón
en un alto porcentaje. Uno tiene que saber que los premios son una
parida, aleatorios, arbitrarios. Si saco la lista de las películas
que han ganado la Palma de Oro en Cannes, la mitad son muy buenas y
la otra mitad son muy malas. A la vez, tienen importancia en la
difusión de las obras. Es como cuando una atleta en Grecia ganaba
las Olimpiadas, le hacían calles, estatuas, y a lo mejor había otro
atleta igual de bueno.
-Trabaja muy tarde hasta la madrugada. ¿Cómo son estas
noches suyas?
-Muy irregulares. Yo soy una persona muy dispersa, me gustan más
cosas de las que debería, acabo siendo víctima de mis aficiones y
mis vicios. Lo que más he odiado en la vida es hacer cuatro cosas a
la vez, y ahora lo estoy haciendo. Lo que pasa es que no quiero
dejar ninguna porque todas me gustan.
-¿A qué proyectos se refiere?
-Estoy escribiendo lo que creo que será mi próxima película, una
película muy extraña, diferentes. Ahora se hacen muchas películas
de ficción rodadas como si fueran documentales. Voy a hacer lo
contrario: un documental rodado como si fuera una ficción. Va a ir
sobre la vida de una favela en Bahía, donde no hay violencia ni
drogas, la única favela pacífica de Brasil, donde la gente, gracias
a la música, ha conseguido salvarse de eso a lo que están
condenados los más pobres. También estoy escribiendo unos prólogos
para los guiones de Billy Wilder y terminando el DVD de Valdés y El
Cigala. Lo sorprendente es que soy muy vago, la persona más vaga
que conozco.
-¿De cuál de todos sus trabajos se siente más
satisfecho?
-Nunca he hecho una película para conseguir éxito. Siempre las
he hecho como un juguete, esa cosa bonita, pasarlo bien. Y luego, a
veces, le gusta también a todo el mundo. El disco de Bebo y Cigala
lo hice así, como cosa mía, y luego ha emocionado a mucha
gente.
-¿Es nostálgico?
-No recuerdo mi infancia como maravillosa. La España donde yo viví
de pequeño era un país horroroso, siniestro, sórdido, y eso lo
contagiaba todo. Un país donde si una pareja se daba un beso en la
calle, la gente prácticamente los linchaba, mientras que en París
las parejas se besaban por todas las esquinas.
-Pongamos que hubiera nacido hace 200 años, cuando el
cine aún no existía. ¿A qué cree que se hubiera
dedicado?
-A mí la época en la que me hubiera gustado vivir es entre 1870
y 1914, eso que se llamó la belle epoque. La época donde se
escribió la novela realista, Chejov, Flaubert, Balzac un poquito
antes, los pintores impresionistas y post-impresionistas, que hacen
una revolución de gran belleza, gentes que estaban inventando el
mundo moderno. Ser un pionero del cine no hubiera estado mal, pero
me veo más de pintor post-impresionista.
-¿Cómo es posible que películas tipo «Los Àngeles de
Charlie» se exhiban en cientos de salas de todo el país, mientras
que buenos proyectos españoles no llegan ni a
estrenarse?
-Es que el mundo está tomado por los idiotas. No hay más que ver
cómo son la mitad de presidentes de los países.
-¿Qué es más peligroso, un crítico influyente o un actor
indisciplinado?
-Un crítico influyente. Pero, a Dios gracias, no existen
críticos muy influyentes en el cine hoy. La crítica se ha
degradado, es muy mala, no como en los años 50 y 60, donde los
críticos eran gente que amaba el cine. Hoy día la crítica la hacen
señores que lo único que quieren es que les paguen sus dos
folios.
-¿Contento de volver en unos días a
Mallorca?
-A Mallorca me llevó mi mujer cuando yo la conocí, con veinte años.
A mí eso de los veraneos no me gustaba, pero pronto comprendí que
iba a pasar todos los veranos en Mallorca, porque mi mujer no podía
vivir sin la Isla. Así que con los años nos compramos una casa.
Descubrí la otra Mallorca, los pueblos, la Tramuntana, la comida.
En casa, uno de los platos que comemos todo el año es el tumbet,
que me parece una de las cosas más grandes que existen.
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