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«Voy a intentar que Guillem Sagrera me acepte». Así se expresaba el escultor Josep Maria Sirvent respecto a la exposición de su obra que se inaugurará a primeros de diciembre en sa Llonja. Las rotundas esculturas de Sirvent, en acero cortén y granito, ocuparán el potente espacio diseñado por el arquitecto del siglo XV. La muestra, comisariada por Cristina Ros, recoge piezas datadas entre 1990 y 2003. En Palma comienza una itinerancia que la llevará a espacios públicos de Madrid, Cataluña y Andorra. Burdeos y Berlín también quieren recibirla. La exposición sólo mostrará la faceta escultórica de Sirvent. Las obras del artista, de quien los críticos valoran su sabia conjunción de lo ancestral y lo contemporáneo, se medirán con la perfección del gótico de Guillem Sagrera, un reto que «impone». No se verán grabados o cuadros, soportes en los que también trabaja. «Fue una sugerencia de la comisaria», apunta, con la que «después de hablarlo», se mostró de acuerdo.

¿Qué expresa Sirvent a través de la escultura? «Las preguntas que continuamente te vas haciendo, siempre me he movido por los valores que rigen a la humanidad e intento reflejarlo en mis piezas, metáforas que son una constante vital y que en la vida cotidiana pasan desapercibidas por evidentes». Cuestiones sobre las que, tras esta exposición, que ha supuesto un «gran esfuerzo de organización», seguirá indagando porque la muestra cierra una etapa. «Siento la necesidad de plantearme más preguntas, buscar más caminos, no de crearme problemas, pero casi», un estado de ánimo que se resume como urgencia de «encerrarme en el estudio a solas un tiempo largo, con la música, que me es esencial, la poesía, rodearme de mi mundo».

El recorrido por su trayectoria comenzará en los noventa, cuando su lenguaje escultórico se definió tras un proceso de búsqueda. «A partir de ahí empecé a ver el camino y me sentí bien». En 1991, Sirvent expone en la galería Maeght de Barcelona, hecho sobre el que la comisaria escribe en el catálogo que «representa la primera oportunidad de mostrar en solitario y en un gran espacio el cambio definitivo que se había producido en su obra». Fue un tiempo de hallazgos precedido por otro en el que el artista luchaba por «encontrarme identificado con lo que yo quería dar; ésta es una lectura fácil de hacer a posteriori, pero, entonces, la lucha y la dificultad eran constantes». En ese tiempo de búsqueda, Sirvent reconoce un denominador común, que aún se mantiene: «La unión, la unión de los materiales, con el espacio...».