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Los dos volúmenes de «Jardines de Mallorca. Tradición y estilo» acaban de ser reeditados en un solo libro. Obra de los historiadores del arte Aina Pascual y Jaume Llabrés, con fotografías de Donald G. Murray, analiza en profundidad más de una treintena de estos espacios, los cataloga, reúne datos dispersos y aporta información nueva.

Publicado por primera vez en 1990 (Edi. Olañeta), Jaume LLabrés apunta que «hicimos un verdadero catálogo de los jardines, de los clásicos a los contemporáneos, recogimos mucha información aunque por razones de edición sólo cupieron 35». Los jardines histórico-artísticos de Mallorca, entre los que destacan los de los siglos XVII y XVIII, son «espacios singulares donde se mezclan arquitectura, vegetación y entorno, espacios frágiles para su conservación que necesitan sensibilidad por parte de los propietarios y de la legislación».

En su origen, los jardines eran huertos de recreo. «En una isla donde el agua escasea, sin ríos, lo que más puede satisfacer la mentalidad mallorquina es tener un buen huerto, bien cuidado, dando rentabilidad al agua». Llabrés aprovecha para explicar que algunos de los jardines, «los últimos paisajes que nos quedan, están amenazados por las carreteras». Por ejemplo, el huerto de Massanella, en Mancor de la Vall, «lo cortó una carretera». Son Berga, de Establiments, «corrió el mismo peligro, pero al estar catalogado el PGOU de Palma se salvó, aunque hubo que hacer denuncias a través de la prensa». El de Defla, en Sineu, portada del libro, en medio de un encinar centenario, está de actualidad porque le afecta el proyecto de la nueva autovía. El de Alfàbia, «con la boca del túnel de Sóller enfrente, no es lo que era ya que en un jardín, el entorno en el que se ubica resulta muy importante». En cuanto al de Ayamans, añade Llabrés, «la Comisión de Patrimonio hizo cesiones graves al permitir tirar la tapia y sustituirla por una verja, cuando ésta forma parte de la configuración, contribuyendo a crear un microclima».