Ante una verdadera multitud donde las mujeres eran mayoría
absoluta, el almeriense David Bisbal coronó una noche de sábado
estupenda en la abarrotada plaza de toros de Palma, desplegando
todo su carisma y plasticidad, exigiéndose y exigiendo a sus
músicos hasta el límite, repasando todos sus éxitos, en un set
inolvidable para muchos, de casi dos horas de duración. En punto a
las diez, las luces parpadearon por unos segundos y todo quedó a
oscuras. Rugió la multitud y los primeros acordes dieron paso a la
primera canción. Bisbal bajó por una especie de tobogán ataviado
con una camisa de manga corta color rojo, vaqueros y zapatos con
plataforma. Las pantallas reproducían lo que el escenario
entregaba, todo como muy de video clip, rápido, nervioso y
extático. Entre la primera y la segunda canción la estrella saludó
al Coliseo petado de gente: «Buenas noches, Mallorca, es un gusto
estar aquí, por fin puedo saludarles a todos».
Niñas y no tan niñas, emocionadas por las palabras del cantante,
rompieron a llorar, mientras miles gritaban y extendían sus brazos,
en una imposible tentativa por tocar a la figura. El ídolo, que
parece conocer muy bien su curro, manejó la audiencia a su antojo.
Se calmó cuando hizo falta, se esmeró cuando se lo requirió, fue
sexy cuando la ocasión así lo pedía y romántico sin remedio cuando
fue preciso. No se saltó ninguna línea de lo estipulado, actuó e
interpretó según el guión configurado de antemano e hizo feliz,
aunque parezca banal el término, a las más de diez mil almas
reunidas en la plaza.
Apoyado en una docena de personas arriba del escenario, entre
músicos, bailarinas y coros, el almeriense derramó sobre la arena y
el tendido cada una de las canciones que lo catapultaron a la fama,
el éxito y el reconocimiento internacional. «Corazón latino» fue el
primer plato fuerte de la noche que puso a bailar a toda la gente,
sin excepción. Nunca dejó decaer la atención, derrochando simpatía
y simplicidad. «Ave María», «Amores del sur», «Bulería» y «Boom,
boom», marcaron la cúspide de un concierto impecable, organizado
como pocos y de donde todos salieron contentos.
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