Omara Portuondo tiene a Cuba y a su música pegada como una
segunda piel. Una piel perfumada de aromas, texturas y ritmos
caribeños, una extraña y exquisita fragancia que inmediatamente
cautiva, seduce. Desde sus jóvenes setenta años, la cubana demostró
el viernes por la noche que está en su mejor momento.
Dos horas a todo ritmo, intercalando boleros con sones y
guajiras, haciendo emocionar, bailar y aplaudir a rabiar a un
abarrotado auditorio.
Y fue a partir de ese saludo inicial, con su voz inolvidable,
«Buenas noches a todos», que envolvió a la audiencia para ya no
soltarla, hipnotizando con cada una de sus canciones, haciéndolas
suyas, destacándose con su enorme talento y haciendo destacar a
todos sus músicos, quince en total, en un set que perdurará en la
memoria.
Comenzó pasadas las diez de la noche con una canción afro
cubana, jazzeada y con un dejo de bossa, para a continuación
presentar «Habana», de su último disco, «Flor de Amor», un muy
bonito bolero que habla de la ciudad y sus calles, sus barrios y su
música. La canción refleja una sutil simpatía a la revolución.
Sería, sin embargo, la única referencia.
Llegarían «Ven», un encendido y bailable son, como «No me llores
más»; una guajira pegadiza y excelentemente ejecutada llamada «Soy
Cubana», destacándose la trompeta de Robertico García.
Boleros como «Amor de mis amores», «He venido a decirte» y «Que
te importa si te amo», hicieron las delicias de los románticos.
Apoyada Omara en sus músicos, toda Costa Nord acabó bailando eson,
«Mulato».
El olor del salitre del mar caribe, el bullicio del Malecón y el
ritmo musical de la Habana Vieja parecieron, por momentos, cerca,
muy próximos.
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