Imagen del horno en el que los torreros calentaban las balas

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Con su insistencia, investigación histórica y dedicación de muchas horas, el Grup per l'Estudi de les Fortificacions Balears (GEFB) ha conseguido salvar y proteger el único reducto fortificado existente en Mallorca, sa Penya Roja, situado en Alcúdia, en una atalaya a 316 metros sobre el nivel del mar. El Consell Insular ha aprobado definitivamente el expediente por el que se le cataloga como Bien de Interés Cultural (BIC) y el Ajuntament de la localidad ha restaurado el cañón de hierro y la plataforma de vigilancia. Pero el conjunto contiene más elementos.

Desde hace nueve años, Àngel Aparicio y sus compañeros del GEFB trabajaron para conseguir para este conjunto militar, -desde el que se protegían las caletas de Cap Pinar a partir del siglo XVII-, la máxima catalogación patrimonial.

Se da la circunstancia que por una ley estatal de 1949, todas las fortificaciones militares de España son BIC. Sin embargo, sa Penya Roja carecía de cualquier protección ya que se desconocía que había sido construido para la defensa de la zona contra el «enemic infidel», como explican los documentos que Aparicio encontró en archivos como el Municipal de Alcúdia o el Arxiu del Regne de Mallorca, entre otros.

Tras su investigación, Aparicio escribió «El reducte de la Penya Roja», publicado por el Ajuntament alcudienc en el que ya queda claro su caráter militar.

El reducto, como explica la placa colocada junto al cañón restaurado, -situado a 355 metros de altura sobre el mar-, es «único en Mallorca, fue diseñado en 1593 por el matemático Joan Baptista Binimelis y construido en 1603 por orden del virrey Ferran de Sanoguera. Su primer torrero fue Rafael Mesquida y el último Martí Torrandell (1867)».

Aparicio cuenta que entre las diversas partes de este conjunto, destaca «eforn de bala roja, también único en Mallorca aunque se sabe que hubo otro en el Baluard des Pincep». En él «se calentaban las balas que se lanzaban contra los barcos que se refugiaban en las caletas y como iban al rojo vivo incendiaban la madera de los barcos».

Fueron los miembros del GEFB quienes, en uno de sus recorridos por la Isla estudiando el patrimonio militar, descubrieron el reducto. «Vimos un conjunto que por si solo podía servir para defender las calas de Cap Pinar, tenía un sistema de recogida de aguas, -un aljibe, y la sobrante iba a unos depósitos bajos para dar de beber a los animales-, además de un almacén, una casa que los torreros usaban para dormir y dos plataformas. Por allí, a punto de caer al mar, estaba el cañón». Se construyó aprovechando la orografía del terreno. Hoy, tiene partes en buenas condiciones, pero otras no, como el aljibe, «en el que los excursionistas tiran la basura, lo que se evitaría con una rejilla». Éste defensor del patrimonio añade que «sa Penya Roja debería ponerse en valor, y se necesita la colocación de contenedores de basura; hace poco estuve en Santiago de Compostela, en un reducto mucho más pequeño y menos importante y lo tienen cuidado como si fuera una joya».