Imagen tomada por el arqueólogo en un castillo de la zona de Sóller.

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MARIANA DÍAZ

El arqueólogo Javier Aramburu ha comenzado a investigar el legado islámico de la Part Forana, -del que ha identificado «cincuenta castillos y una treintena de poblados»-, inventariando las fortalezas de la época, que «no se han estudiado». Lo hace mediante dos líneas de trabajo. Por un lado, la referida a los castillos, de los que quedan restos «por toda la Isla», y por el otro, las parcelaciones. En cuanto a los castillos apunta que «hay una cincuentena y en casi todos los municipios». Aunque destaca los de la serra también los ha encontrado en el Pla. Son «recintos amurallados y escondidos, con murallas de hasta tres metros de altura». Aramburu, experto en talayótico, se ha interesado por este legado islámico «porque había demasiados restos arqueológicos como para dejarlos pasar por alto», y añade que si existen pocos conocimientos sobre este asunto es «porque nadie se ha dedicado a la arqueología medieval». Los castillos eran fortificaciones que estaban asociados a las alquerías, -no grandes construcciones como los de Santüeri o Alaró-, a donde debían acudir los habitantes de los llogarets en caso de peligro.

Además del conocido Castell des Moro, en Sóller, que «tiene una zona de entrada con corredor para la defensa del asalto y que conserva la zona de paso de la muralla», cita castillos islámicos en Pollença, Felanitx, Alcúdia, San Joan, entre otros lugares. «Buscando a los romanos me encontré con los árabes», dice respecto a los parcelarios. A diferencia de los romanos o cristianos, que eran rectangulares, los parcelarios árabes tenían forma circular, en el centro se situaba la alquería y alrededor las tierras de cultivo.

Los parcelarios estaban unidos a los colonos, permiten conocer dónde estaban las alquerías y cómo se distribuía el territorio. Aramburu cuenta que «El Llibre del Repartiment» ya recogía un listado. En sus inspecciones sobre el terreno también ha identificado cuatro bastidas bizantinas o torres de vigilancia que «siempre se encuentran en collados», son cuadradas y con forma de torreón de unos ocho metros de lado. «Curiosamente han conservado el topónimo como, por ejemplo, el Coll de sa Bastida, en la zona entre Estellencs y Esporles». Estaban asociadas a la existencia de un poder estatal central ya que vigilaban los movimientos supuestamente comerciales en zonas de paso del interior. Con todos estos trabajos sobre el terreno, Aramburu señala que está «poniendo orden» en datos que ya se conocían y en otros muchos inéditos que aporta.