Inmaculada Rigo trabaja en una especie de cámara en la que limpia las piezas con un microtorno.

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M.LOSHUERTOS

Tras más de treinta años formando parte de los millares de cajas que acoge el Museu de Mallorca, y gracias a las subvenciones y convenios de éste con la Conselleria d'Educació i Cultura del Govern y Banca March, las primeras piezas extraídas del yacimiento submarino conocido como El Sec recuperan despacio la fisonomía de lo que un día fueron.

Estos restos arqueológicos, sobre todo metales, llegaron al Museu de Mallorca procedentes de las campañas de excavación subacuática que tuvieron lugar en los años setenta en el interior de El Sec, nombre que recibió una nave que naufragó entre el siglo III e IV a.C. cerca del islote conocido con el mismo nombre, en la costa de Calvià.

Desde que el historiador Mascaró Passarius alertó, en 1968, de las expoliaciones que sufría el barco, se pusieron en marcha, entre 1970 y 1972, hasta cuatro campañas para extraer piezas, principalmente fragmentos de ánforas, calderos de bronce, así como platos y cerámicas, entre otros objetos. Debido a la gran cantidad de años que las piezas permanecieron sumergidas, estaban casi solidificadas, formando una masa compacta e impenetrable. Para facilitar el trabajo a los buzos, ya en la primera campaña, se dinamitó parte de esta masa, hecho que provocó desperfectos en la mayoría de las piezas, a la vez que ayudó a buzos clandestinos a acceder al yacimiento.

Debido a la precipitación con la que se llevaron a cabo las excavaciones, los datos recogidos son completamente inexactos: «Permanecen en el museo centenares de cajas de cartón con los restos descubiertos en las distintas campañas. La mayoría entraron aquí sin ningún orden», explicó Joana María Palou, directora del Museu. Añadió que «estas piezas llegaron muy sucias y sin catalogar», razón por la que los trabajos de restauración y conservación que lleva a cabo Inmaculada Rigo, restauradora del Museu, son muy lentos.