El equipo que da vida a la obra «Mamá, quiero ser famoso!». Fotos: JAUME MOREY

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Son las 20.00 horas. Meritxell Duró y Maria Garrido llegan al Auditòrium. Ellas forman parte del elenco de diez actores que protagonizan «Mamá, quiero ser famoso!», de La Cubana, que se representa en Palma hasta el 3 de septiembre. Quedan dos horas para que se levante el telón, pero ya están en marcha. Tienen que transformarse en sus personajes. Los camerinos están ubicados, en esta ocasión, justo detrás del escenario para que los actores, que interpretan unos 40 papeles diferentes, puedan cambiarse rápidamente. Cada uno tiene su espacio, un espacio que combina desde fotografías captadas durante la gira hasta billetes de un dólar. La obra lleva tres años recorriendo el país y Palma es una de sus últimas paradas antes de despedirse. Llevan unas 600 funciones que han visto medio millón de espectadores.

Sin embargo, cada noche es un mundo con una rutina marcada. Nada más llegar al Auditòrium, hay que vestirse, hacer pruebas de sonido y de iluminación y dejar el cansancio de lado. Meritxell y Maria hablan con el resto de compañeros (Jaume Bacis, Xavi Tena, Meritxell Huertas, Ota Vallès, Toni Torres, David Pintó, Annabel Totusaus y Santi Güell) mientras se sientan en su espacio. Cada una debe dejar de lado al actor y convertirse en personaje.

Primero empieza Meritxell. Rápidamente, se viste con una faja, una camisa blanca y una falda negra. Se sienta, se recoge el pelo y se pone unas gafas y una peluca. Ya no es ella, es la abuela Gutiérrez. «Con este papel, sólo tengo dos minutos para cambiarme», afirma. Maria sí se puede tomar las cosas con más calma cuando se transforma en María Luisa, una peluquera con una hija conocedora del universo rosa. Se maquilla tranquilamente, se calza con unos zapatos de tacón fucsias que combinan a la perfección con un turbante del mismo color. Son sólo dos personajes, pero demuestran la versatilidad y agilidad que deben tener los actores de la compañía catalana. Queda una hora para que empiece el espectáculo y el camerino compartido está en plena actividad. Unos van y otros vienen en medio de una vorágine de pelucas, pintalabios y zapatos de charol que ocupan su correspondiente lugar. Es La Cubana por dentro. La función ya puede empezar.