El pintor catalán (en las imágenes, en su estudio) encontró en el municipio la paz que buscaba.

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MARIA LOSHUERTOS

Después de haber sido nombrado hijo adoptivo de Valldemossa el 1987 y que en septiembre el municipio le otorgara el título de hijo ilustre, el pintor de origen catalán (Campdevànol, Girona 1912) instalado en Mallorca desde 1940, Josep Coll Bardolet, está a punto de ver a uno de los sueños de su vida cumplido: tener una fundación con su nombre en el pueblo de Valldemossa para exhibir su obra.

-¿Qué relación ha tenido con la gente de Valldemossa?
-Valldemossa tiene las proporciones exactas de un pueblo para vivir, está cerca de Palma y el paisaje es muy bello. Además, la gente es muy amable, me ha demostrado siempre amor y se ha hecho amar.

-¿Qué le ha dado el pueblo en el que ha creado la mayor parte de su obra?
-Cuando llegué a Mallorca buscaba reposo. Venía de hacer un largo viaje por todo Europa y cuando acabó la guerra (en 1940) ya me sentía un «ciudadano como el resto». En Valldemossa encontré paz, tranquilidad y sosiego, que era lo que buscaba.

-¿Coll Bardolet necesita paz para crear?
-El ambiente que se vive en el arte ayuda mucho el creador; no puede vivirse en un ambiente hostil. Tiene que vivirse feliz en el acto de la vida y en armonía con las personas del entorno. Uno tiene que ser rico interiormente y entonces, sí que esta riqueza puede traducirse en su obra.

-En 1987 le nombraron hijo adoptivo del municipio y a principios de septiembre se convirtió en hijo ilustre. ¿Qué significa para usted estos reconocimientos?
-Es el premio de vivir en un pueblo que quieres. Lo agradezco de todo corazón. Es para mí un reconocimiento de Valldemossa y de Mallorca que tiene todas las dimensiones. Para mí, estos dos lugares son como decir todo el mundo.

-¿Cuáles son sus pasiones, aparte de la pintura?
-Siempre he sido un gran amante de las artes desde el punto de vista universal. Me gusta mucho la música, de aquí mi lucha por poner en marcha el proyecto del Festival de música de Pollença o los conciertos en el Torrent de Pareis. Sin embargo, además he estudiado mucha literatura y poesía, sobre todo autores catalanes y también los clásicos griegos, como Séneca.

-Observando el lienzo sobre el que trabajo, veo que ha borrado las figuras del fondo...
-No siempre es bueno admirar lo que uno hace, la obra sólo se mejora corrigiéndola. A veces, cuando vuelvo a ver algunos de mis cuadros, los borraría porque con el tiempo los sentimientos y las impresiones cambian.

-Muchos pintores han confesado que trabajan escuchando música. ¿Usted también lo hace?
-Hice mucho trabajo con música durante años, sin embargo, después lo dejé porque me cambió el sentimiento, aunque pienso que el artista tiene que utilizar todo aquello que pueda enriquecer su obra, tanto emotiva como constructivamente.

-Su obra más conocida en las Islas es aquella que hace referencia al folclore o al paisajismo, pero paradójicamente usted no es mallorquín de origen.
-Desde que llegué a la Isla el movimiento del baile mallorquín me obsesionó, incluso fui a aprender a bailar en Selva. Lo hice como un estudio previo para poder oírlo mucho más y reflejarlo en mis lienzos.

-También ha hecho incursiones en el abstracto.
-Durante 50 o 60 años he hecho «natural», que es la obra que más se conoce en la Isla, pero también hace 40 años que pinto «abstracto». Estas obras se han expuesto más en el extranjero.

-¿Qué es este otro «registro»?
-Es otro mundo. Para mí, el abstracto es libertad, es no ser esclavo de los colores. Y la música de los colores es el alma del abstracto.

-¿Además de un gran pintor, también es un coleccionista?
-Sí. Tengo obra de Anglada Camarasa, Antoni Ribas, Ricardo Anckermann y Tito Cittadini, entre otros, que también formarán parte de la colección que se exhibirá en la fundación.

-¿Cuál es su deseo para la fundación de Valldemossa?
-Todo el trabajo que guardo irá a la fundación que llevará mi nombre. Lo que me gustaría es que el público pusiera el amor que yo he puesto durante 40 años de mi vida pintando.