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EMILI GENÉ

Un espectáculo adecuado en un momento oportuno, a la vista de la excelente predisposición demostrada por el público en el recién importado Misteri d'Elx: la oferta navideña, aunque parezca imposible, no está agotada. Todavía buscamos nuevos sabores, perspectivas diferentes con las que rizar el rizo de la Navidad aunque sea ampliando el calendario, como hace la moda que se presenta antes de que llegue la estación correspondiente.

Mallorca tiene su repertorio autóctono, que pasa por la Sibil.la o Lluc, y sólo le faltaba una homologación como la que estas Matines han significado. Inauguración, pues, histórica de una Navidad propia de alto estanding. Todo resultó brillante, como seguramente no podía ser de otra forma, conociendo la categoría y cantidad de intelectuales dedicados a darle forma a este invento que reinventa la tradicionalidad con un estilo muy de diseño.

Música compuesta ex profeso, procesión, lluvia de oro, globo de luz descendiendo desde las alturas: compendio de teatro, liturgia y folklore, todo ello pasado por la batidora de una excelente partitura compuesta por el padre Martorell interpretada por un plantel de lujo.

Entre bastidores y en la trastienda, mucho trabajo de coordinación para encajar tanto material. La primera parte estrenaba una escenificación de uno de los muchos actos medievales dedicados a glorificar el reino de un Jesús anunciado por profetas y admirado por los poetas paganos. Pura literatura, cuando no mixtificación, que sin embargo fluye con naturalidad y credibilidad gracias al buen hacer de los solistas que se van sucediendo con la solemnidad exigida por la escena y con una amplia gama de recursos interpretativos, ejerciendo de maestro de ceremonias un obispo de mentirijillas que se hizo con su papel de forma arrolladora.

Lejana resonancia de ambiente operístico, que sin embargo no interfería en la austeridad del supuesto modelo original, ya que desde el principio el arte se impuso a la religión.

Un quinteto de viento oculto completaba con acierto el carácter sofisticado de un evento mimado en la forma. Dos órganos, potentes y versátiles, más tres coros delicados y exactos llevaban más allá de la exquisitez una celebración desarrollada con fluidez.

La segunda parte se ajustó más al guión conocido, aunque le diese al espectáculo el encanto de lo auténtico y la cordialidad de la infancia. Limpieza en la ejecución de una Sibil.la extrañamente ornamentada y una recitación final de lo más simpático en plan monaguillo picarón. Éxito absoluto, con un final espectacular cargado de refinado esteticismo. ¿Qué nos faltó? Un programa de mano con los textos. ¿O seremos menos que los de Elx?