Arriba, Rostropovich nada más nacer y, a la derecha, en Pollença.
El intérprete, tocando junto al muro de Berlín en 1989.
El músico, durante un concierto en 2003.

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AGENCIAS

El gran músico ruso Mstislav Rostropovich, considerado el mejor violonchelista del siglo XX, falleció ayer tras una larga enfermdedad en Moscú, un mes después de celebrar por todo lo alto su 80 cumpleaños. La Catedral de Cristo Salvador será el escenario de una misa de cuerpo presente por Rostropovich, que recibirá sepultura en el cementerio Novodevichie, donde descansan los rusos ilustres. Pero antes tendrá lugar el velatorio en el Conservatorio de Moscú, donde inició sus estudios a los ocho años y se forjó su genio musical y donde hace tan sólo un mes 100 violonchelos sonaron en su honor en el día de su cumpleaños, en alusión a los 100 años que vida que le deseaban sus discípulos y admiradores.

Para Rostropovich, hijo y sobrino de violonchelistas y continuador de la escuela de Pau Casals, de quien fue discípulo su padre, escribieron obras compositores como Shostakovitsch, quien además fue su amigo; Prokofiev; Jrénnikov; Luyoslawski; Boulez; Cinestera; Halffter o Britten.

Los premios Stalin en 1951 y 1953, y Lenin en 1964, marcaron su brillante carrera en la música soviética, iniciada en 1940 con su primer concierto, eNo1 de Saint Sans, y que terminó abruptamente en 1974, cuando marchó al exilio.

No fue su genialidad musical la culpable, sino su amor por la justicia y la libertad lo que le llevó a defender al acosado Alexandr Solzhenitsin, futuro premio Nobel de Literatura, en una desafiante carta abierta al líder soviético Leonid Brezhnev enviada al diario Pravda.

«Lo mejor que he hecho en esta vida es, tal vez, no la música, sino la carta aPravda, ya que a partir de aquel momento mi conciencia está limpia», escribió el músico en sus memorias. Y es que a diferencia de muchos artistas, Rostropovich nunca se limitó a la música.

Amigo personal de monarcas y estadistas, pero también convencido valedor de la gente sin voz, Rostropovich era capaz de dejarlo todo y volar al lugar donde consideraba que su presencia era imprescindible, como ocurrió durante la caída del muro de Berlín en 1989. Entonces, Rostropovich atrapó la imaginación del mundo entero cuando ofreció un recital improvisado de violonchelo en medio de las ruinas del símbolo de la Guerra Fría.

Dos años después, sin siquiera avisar a su familia, aterrizó en Moscú en pleno golpe de estado en agosto de 1991 para defender la incipiente democracia frente a la asonada involucionista de la cúpula soviética.

Declarado ciudadano del mundo, embajador de buena voluntad de la UNESCO y, desde 2006, representante especial del programa ONUSIDA, Rostropovich confesaba, con todo, que «no hay otro país que quiera más que a Rusia».

Rostropovich actuó en Mallorca en 1991, en el Auditòrium de Palma, junto a la Orquesta Joven Germano-Lituana. En 1995 lo hizo en el Festival de Pollença y al concierto acudió la Reina, el príncipe Felipe y los duques de Lugo. El músico tenía que haber tocado en la reapertura del Teatre Principal el pasado 20 de abril, pero su enfermedad se lo impidió.

Personalidades de todo el mundo quisieron ayer destacar la importancia de Rostropovich. La Familia Real española envió cuatro telegramas de pésame y condolencia a Galina Vishnevskaya, viuda de Mstislav Rostropovich. Los cuatro telegramas correspondían a los Reyes, los Príncipes de Asturias, los Duques de Lugo y los Duques de Palma. La Fundació Pau Casals, el presidente ruso, Vladimir Putin; o el presidente francés Jacques Chirac fueron, entre otros, algunos de los que ayer quisieron elogiar la trayectoria del excepcional intérprete.