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«Emocionada y conmocionada» se sentía ayer Blanca Portillo tras ganar la Concha de Plata a la mejor actriz en el Festival de Cine de San Sebastián, un galardón que también tiene «una parte de dolor» por no poderlo compartir con Maribel Verdú, pues asegura que la mitad del trabajo «es suyo».

Portillo, protagonista de un «cara a cara» con Verdú en Siete mesas de billar francés, de Gracia Querejeta, no pudo recoger el premio personalmente porque la función teatral que tiene esta noche en Madrid se lo impide.

Por su parte, el cineasta norteamericano de origen hongkonés Wayne Wang ganó la Concha de Oro de la 55 edición del festival de San Sebastián con su filme Mil años de oración. El Premio al Mejor Guión, Gracia Querejeta lo recibió ex aequo con el maestro del cine independiente John Sayles, por su labor en Honeydripper, un canto a la música negra de los años 50 firmado por un hombre que se permite hacer el cine que ama escribiendo para las superproducciones más caras de Hollywood.

La iraní Buda explotó por vergüenza, un retrato de las sucesivas masacres perpetradas contra el pueblo afgano a través de los ojos de una niña, de la directora Hana Makhalbaf, logró el Premio Especial del Jurado. Y otro filme basado en una matanza real ocurrida en Irak, La batalla de Haditha, firmada por el británico Nick Broomfield, se alzó con el galardón a la Mejor Dirección. Mientras, el de Fotografía fue para la cibernética puesta en escena de Charlie Lam en Exodus, del hongkonés Pang Ho-cheung.

El tono de los aplausos con que fue recibido el palmarés, por una vez con total unanimidad, subió considerablemente al sonar el nombre de Blanca Portillo.

Finalmente, Demi Moore aterrizó ayer para presentar Un plan brillante, película con la que se clausura la 55 edición del Festival de San Sebastián, adonde llegó ayer casi de hurtadillas, sin anunciarse la hora y entrando por la puerta trasera del hotel, lejos de las cámaras.