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JONAS CLIMENT
El amor perfecto es un concepto recurrente en las canciones románticas y la publicidad. Sin embargo, tarde o temprano la burbuja se rompe y afloran las dificultades, el dolor. Un sentimiento «silenciado», tan a menudo, que sorprende el valor de la directora Roser Aguilar para integrarlo con tanto protagonismo en su debut cinematográfico: Lo mejor de mí, que presentó ayer en los cines Renoir de Palma y que llegará a la cartelera el próximo 7 de marzo.

«Quería contar una historia de amor y de la pérdida de la inocencia», explica la cineasta catalana sobre el germen de un guión que fecundó tras la lectura de una entrevista sobre «trasplantes de donantes vivos».

En este drama intimista, Raquel (Marian Àlvarez) deberá afrontar la angustiosa decisión de donar su hígado por amor cuando su pareja, Tomás (Juan Sanz), es diagnosticado de una grave hepatitis. Una situación que pondrá contra las cuerdas su relación y obligará a la protagonista a vivir un viaje interior, dominado por la confrontación del cariño y la conciencia.

Para abordar un tema de esta complejidad, Roser Aguilar decidió realizar una intensa investigación previa junto a profesionales de la sanidad. Una responsabilidad que, explica, sintió como periodista porque «aunque no es un documental», el filme viene a «divulgar el tema de los donantes vivos».

Sobre el peligro de caer en un naturalismo que pueda ahuyentar a los espectadores, la directora manifiesta que, lejos de la frialdad científica, ha querido potenciar «una historia que funcione dramáticamente y resulte emocionante». De momento, ya está avalada por un Boccalino de Oro a la mejor película en el festival de Locarno 2007, así como por la participación en la sección oficial de los festivales de Seminci 2007 y Palm Springs 2008.