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FERRAN PEREYRA En ocasiones el mito puede superar al artista. Es lo que cabría pensar por cualquiera de los asistentes que no hubiera vivido la segunda mitad de los setenta y, por tanto, sin memoria de lo que significó y, por extensión, significa aún hoy en día el estreno discográfico de Patti Smith con Horses. Por tanto, su protagonismo en la presente edición del Alternatilla no se corresponde por igual con las nuevas generaciones que no han visto figurar a la cantante en ninguna de las socorridas listas musicales.

Pero no se engañen, esta cantante sesentona, escasamente prolífica en canciones y, por lo tanto, nada profusa en su discográfica, no ha adquirido su condición de artista de culto por casualidad ni azar. Su sombra ha permanecido intacta a lo largo de los tiempos, y así se materializó en el Principal.

Su nuevo trabajo discográfico, Twelve, aun compuesto de doces grandes versiones de estupenda manufactura, no deja de ser un acontecimiento colateral de su carrera artística y, por tal motivo, ni se preocupó en desgranarlo al completo, lástima, pues se quedaron en la recámara versiones tan interesantes como el Everybody Wants To Rule The World, de Tears For Fears, aunque sí nos regaló, entre otras, maravillas como el Hepless, de Neil Young, o Smells Like Teen Spirit, de Nirvana. Tampoco escamoteó temas del recuerdo, aunque ninguno como el emblemático Gloria.

Patti Smith tal vez haya perdido voz, incluso parte de su energía física, pero oírla hoy en día, a finales de la primera década del siglo XXI, con la misma autoridad, convencimiento y autenticidad que en los setenta es algo que no deja de sorprender. Y si no, ahí quedaron ese Because The Night o el colosal People Have The Power que, con todo el público en pie, rubricó una velada repleta de recuerdos pero sin nostalgia. En fin, durante noventa minutos vivimos con intensidad precisamente aquello que fuimos a ver, la Patti Smith de siempre, cantara lo que cantara.