Sólo tres salas del Museu de Mallorca reúnen las condiciones adecuadas para la exhibición de obras de arte según los mínimos de la museística internacional. Son las que estos días acogen una exposición en memoria del que fuera gran impulsor del Museu Marítim, Xavier Pastor, en la que se exhiben piezas del fondo del centro. Son salas pequeñas, pero que ya cuentan con la luz fría y las vitrinas adecuadas para exponer en ellas hasta algo tan delicado como, por ejemplo, un códice medieval sin que sus láminas sufran. A estos tres espacios sólo les falta la climatización que, por cierto, no existe en ninguna dependencia del museo. El centro también carece de espacios para acoger una exposición temporal importante.
En estos momentos, y tras las obras de accesibilidad acometidas en la legislatura anterior, que incluían servicios, dos ascensores y rampa adaptados para minusválidos, pero que no están finalizadas aunque sí recepcionadas, el museo malvive entre la esperanza de una rehabilitación de sus salas de bellas artes y una imagen tercermundista de la que los responsables políticos de cualquier signo no parecen darse cuenta.
En marzo de 2004, la directora del museo, Joana Maria Palou, presentó en el Ministerio de Cultura un proyecto museográfico que no se ha materializado porque antes había que hacer obras.
El edificio que alberga el museo tiene unos 5.800 metros cuadrados de superficie y data del siglo XVII, aunque fue construido sobre dos casas góticas y en él también se encontraron restos de estructuras islámicas. Su presupuesto, incluidas las nóminas del personal, es de 650.000 euros. En plantilla hay 16 personas y otras tres, en comisión de servicios.
En la actualidad, el museo tiene cinco salas cerradas en la planta noble debido a las citadas obras de accesibilidad, que debían incluir la electrificación, cosa que no se hizo. Por ejemplo, a causa de ello los dos ascensores no pueden funcionar a la vez.
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