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CARLES DOMÈNEC I BARCELONA
La editorial Proa reunió el lunes en el restaurante Silenus de Barcelona a dos escritores de Mallorca y uno de Menorca para presentar tres narraciones que tienen en la memoria personal su punto de partida. Guillem Frontera (Ariany, 1945) y Francesc Llinàs (Palma, 1939) obtuvieron en el año 2007 el premio Mercè Rodoreda y Roc Boronat de la ONCE con La mort i la pluja y Or cremat, respectivamente. Josep M. Quintana (Alaior, 1950) cambia de registro en Les revolucions perdudes tras el éxito de Els Nikolaidis (2006), su anterior novela.

«Cuando te haces viejo todo se convierte en autobiográfico», aseguró Frontera al referirse al ejercicio de recuerdo personal en La mort i la pluja. «El origen del libro es un cuento ya publicado en el que quería ofrecer un lugar de honor en la memoria a un ciclista de pueblo destinado al fracaso», dijo. Frontera añadió que «esta historia me llevó a otra, hasta llegar a un conjunto de relatos que se pueden definir como un archipiélago de cuentos autosuficientes y con vida propia, que se benefician de la relación con los otros cuentos».

El escritor describe el interior rural de Mallorca antes de la llegada del turismo de masas, a través de «una persona de quizás mi edad, bastante desarraigada, que mira el mundo que constituyó su infancia para corregir la idea que se ha hecho». Frontera mantuvo que «la sociedad mallorquina ha necesitado crear la ficción del paraíso perdido», de la que el autor ha tratado de alejarse. El narrador contó que «el auténtico paraíso perdido fue el futuro visto desde el pasado», y apuntó que «he procurado que una persona que no sepa nada del pasado, pueda entender el texto».

En Or cremat, Francesc Llinàs perfila «un conjunto de narraciones con una especie de introducción onírica, a partir de la llegada de un viajero a una estación de un pueblo desconocido y vacío». El químico de profesión recurre a «los recuerdos manipulados por completo» y descubre «una muestra de una Mallorca felliniana que percibí a través de los relatos de mis abuelos y mis padres». El marido de la novelista Carme Riera desveló que «somos el primer lector y crítico del otro», y confesó que «casi nunca estamos de acuerdo».

Por su parte, Josep M. Quintana analiza «el fracaso de dos aventuras revolucionaras, la de los defensores de la Segunda República en Menorca y la del Mayo del 68». Quintana reflexiona sobre el género de la novela y realiza «una autocrítica de nuestra generación que pasa a la madurez entorno al mayo del 68 y que está en su punto álgido en la época de Miterrand y Felipe González».

El menorquín presenta la figura de un magistrado progresista que escribe a su hija y recuerda la experiencia como estudiante en Toulouse durante el curso 1967-68. La idea de contactar con exiliados republicanos de un espacio imaginario que recuerda Menorca, coincidirá con la revolución estudiantil del 68 en Francia. «Es una novela que ve ideología por todas partes», concluyó el autor.