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MARIANA DÍAZ
El largometraje documental El beso salado, del mallorquín Borja Calvo Andrada, rodado en 2006, ya anunciaba que el compositor Federico Chopin (1810 - 1849) había muerto de fibrosis quística y no de tuberculosis, como se creía hasta anteayer, cuando el profesor polaco Wojciech Cichy anunció en Varsovia el resultado de sus investigaciones, derivadas del análisis del corazón del compositor.

Investigando para hacer su película, -en total estuvo trabajando en ella desde 2005 a 2007 y mantuvo una relación muy estrecha con los pacientes-, el cineasta llegó a la conclusión de que algunos de los síntomas que sufría Chopin, «la tos seca, la secreción mucosa», entre otros, podían ser debidos a la fibrosis quística, una teoría que «circulaba» y que él asumió: «Nos lanzamos a la piscina y lo decimos directamente», comenta contento tras enterarse de que las investigaciones de Cichy, de la facultad de Medicina de la Universidad de Poznan (Polonia), le dan la razón. Cichy se basó en la presencia de nódulos en el corazón de Chopin y concluyó que su enfermedad, genética, afectaba a los pulmones.

El beso salado es la primera película sobre la fibrosis quística, una enfermedad degenerativa incurable debida a la mutación de un gen, de la que no se supo nada hasta 1930 y hasta 1980 no se conoció el gen que la ocasiona. El cineasta sacó el título de una maldición centroeuropea del siglo XVIII, que hablaba del sabor salado de la piel de los niños, precisamente un síntoma de dicha dolencia. Calvo Andrada llegó hasta esta maldición «por la falta de documentación médica», debida precisamente a ese desconocimiento, «por lo que me puse a buscar en la brujería».