La experimentación en el cine es tan costosa y arriesgada como necesaria; sin ella, el séptimo arte permanecería inmóvil en el tiempo. Aun así, son pocos los cineastas que se atreven a romper las reglas y menos, las productoras dispuestas a sufragar esos 'caprichosos' proyectos.
Afortunadamente, en ocasiones, la pasión por el arte y la pérdida del juicio van de la mano y nacen propuestas tan interesantes como el Dogma 95. Este movimiento fílmico, desarrollado en 1995 por directores daneses, ha influido en la concepción del cortometraje Trois, un proyecto a tres bandas que los realizadores Alberto Díez Särborn, Àngela Coronado y Daniel Aguilarte terminarán de rodar hoy, después de tres días de rodaje en Sóller, Cas Català y Palma.
Como en el Dogma 95, el trío de cineastas se ha comprometido a filmar su obra respetando una serie de normas autoimpuestas. «El plan era ver qué podíamos hacer limitando los medios», explica Daniel Aguilarte, autor del guión, productor y alma de Trois.
El manifiesto particular del grupo contiene varios puntos esenciales. Según explican, el primero es «romper el esquema tradicional de planteamiento, nudo y desenlace». Para ello, «cada director tiene que rodar una de estas tres partes con su propio estilo, usando épocas y actores diferentes», añaden.
Alberto Díez Särborn es el responsable del planteamiento, para el que ha optado por una estética «muy aséptica, casi de anuncio», ubicando la acción en un espacio de aspecto moderno y fashion, el hotel Zhero. El nudo de la historia corre a cuenta de Daniel Aguilarte, quien ha utilizado un decorado para recrear una habitación con «aspecto de motel habanero o anuncio de ron». Y Àngela Coronado es la responsable del desenlace, rodado en la estación del tren de Sóller para conseguir «ese look clásico ideal para el final de la historia».
Otros de los requisitos contemplan un estricto calendario de rodaje de tres días, uno por cada una de las partes, que a su vez deberán durar exactamente tres minutos. Tres es, de hecho, el número en torno al que gira todo el proyecto (tres directores, tres historias, tres días de rodaje, tres minutos por parte...) y, por eso, también le da nombre: Trois significa tres en francés. Si todo va bien, de este número 'mágico' podría nacer una trilogía, siendo Trois la primera entrega.
Al margen de la propia importancia estructural, este cortometraje tríptico no pretende ser un ejercicio de surrealismo, sino narrar una historia comprensible. Y, si las condiciones intrínsecas de la obra (cambios radicales de época, de estilo y de actores en cada parte) complicarán intencionadamente el seguimiento del hilo argumental, el uso permanente de la voz en off ayudará al espectador a conectar los diferentes tramos del metraje. «Hay quien opina que la voz en off es un recurso artificial, pero en nuestro caso es un leiv motiv fundamental para hilar las tres historias», aseguran los cineastas en este sentido.
Trois narra el reencuentro poético de una ex pareja. «Se trata de una trama amable y sencilla, ya que la complejidad viene dada por el enfoque artístico de cada una de las partes», explica Alberto Díez Särborn, quien reconoce que tampoco le hubiera importado acometer una historia más enrevesada y se ríe con el ejemplo del laberíntico filme Memento.
Sin embargo, la apuesta por una narración más clásica vino ya dada por obra del guionista Daniel Aguilarte. «Él siempre se preocupa de que el espectador se entretenga», añade con cariño Díez.
El cortometraje está interpretado por tres actrices y tres actores, los cuales dan vida a los mismos personajes, la pareja de amantes. Ellas son Aina Cortés, Giselle Calderón y Nayiver Palacio; y ellos, David Navarro, Marcos de Silva y J. Antonio Ruiz.
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