Algunos relatan sucesos reales, como un accidente ferroviario sucedido en Francia; otros, simplemente, celebran la llegada de la primavera o los preparativos de una boda. La colección de abanicos de la Societat Arqueològica Lul·liana, que acaba de ser inventariada por la historiadora de arte Elvira González, revela que fueron más que un complemento habitual de la indumentaria de su dueña, Francisca Simó Oliver (1889-1978). Su desgaste prueba que fueron comprados para su uso y disfrute y no para la contemplación.
Este fondo, donado a la Lul·liana e integrada por 23 piezas, se presenta en el estudio de González más como «un agrupamiento circunstancial que como una colección». Muchos de ellos fueron adquiridos por la propietaria, pero también descubre que otros le llegaron por herencia.
Datados entre 1830 y 1900, los abanicos se agrupan en función de su estilo y procedencia. Así, Elvira González cita a los denominados cristinos, isabelinos, alfonsinos, modernistas y orientales, éstos últimos, los distingue entre chinos y japoneses. Además, en este trabajo de catalogación se les ha adjudicado un título, una descripción artística y técnica; se han tomado las medidas de las varillas y el país (el espacio dedicado al dibujo), y se ha calibrado el grado de apertura del vuelo.
El grueso de las piezas son del período 1840-1870 y están elaboradas con materias primas francesas dentro o fuera de España. En este gran grupo de abanicos isabelinos, el país, que disminuye en favor del varillaje, está realizado sobre papel litografiado o cromo litografiado con presencia de gouache para completar detalles.
Los abanicos de finales del XIX, los alfonsinos, proceden de un mismo taller valenciano especializado en la elaboración de los llamados pericones, es decir, abanicos de más de 30 centímetros de longitud. La pieza modernista de este fondo compagina el país chino con el varillaje español y en el grupo de tipología oriental destacan la seda o el papel y los personajes o símbolos de la tradición china. En las conclusiones de su investigación, Elvira González señala que son abanicos «convencionales» y que a su propietaria le gustaban los colores claros y los temas amables. Muchos de ellos los empleaba a diario, mientras que otros, los pericones, los dejaba para ocasiones especiales.
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