Casi cuarenta escritores asistieron este año a la fotografía, que tuvo lugar en el Castell de Bellver.

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Milagrosamente y tras varios días húmedos y grises, amanece un espléndido día primaveral en Palma. El sol calienta y eso parece haber animado a muchos de nuestros escritores a darse un paseo hasta el Castell de Bellver, donde les reunimos el pasado 4 de abril para la tradicional fotografía que Ultima Hora organiza para celebrar el Dia del Llibre.

Van llegando los habituales, los que nunca faltan a la cita. Pronto nos sorprenden las caras nuevas, los autores jóvenes, el futuro de la literatura con denominación de origen mallorquina. Añoramos a otros, recordamos a Gabriel Sabrafín.

Primera parada, en el Pati de Armas. El fotógrafo logra retener a los 38 escritores. Cambiamos de ubicación. Llega uno más. Lo complicado que es colocarles, que salgan todos y, a ser posible, sonriendo.

Intentamos subir al primer piso para retratarles junto a las arcadas góticas. Invitamos a sentarse a los más mayores, pero algunos declinan la invitación a asumir este rol.

La mañana luce maravillosa, algo poco habitual en esta cita, y buscamos una imagen exterior del castillo. Les proponemos situarse al otro lado del foso, «los más bajitos delante». Ardua tarea la de que nadie cubra a nadie. Los turistas les dan instrucciones. «Tú no sales», «Aquél delante», «Juntaos un poco más».

Apostamos por la última foto en las escaleras de entrada y con la torre de l'Homenatge de fondo. Un pequeño tributo al Año Jovellanos. Difícil desplazamiento. Algunos llevan meses sin verse y no quieren llegar al final de la visita a Bellver sin ponerse al día, compartir algún cotilleo o adelantar en petit comité algún proyecto.

Los que se estrenan este año se presentan. Algunos se muestran encantados de estar en este encuentro de escritores y otros, que en un principio no podían venir, nos comentan que han hecho lo posible por cambiar alguna cita y llegar a tiempo. Una vez dispuestos para la fotografía irrumpe un coche. Sale una exuberante joven vestida de blanco. Parece la novia, pero no lo es. Muchos se despistan. Listos de nuevo, irrumpe otro coche, pero éste sí es el de los novios. Decidimos esperar a que bajen para continuar. Asoman del coche nupcial dos chicos guapísimos, con sus ramos de rosas rojas. Fue un momento especial. Ese instante, el amor y la literatura compartieron algunos minutos. Fue algo mágico y para muchos, un acontecimiento novedoso.

Ahí acabo todo, después de casi una hora de recorrido por Bellver. Este año, el duodécimo, no disponíamos aún del Centro de Recepción de Visitantes para ampliar la tertulia, que cada año, como es tradición, se acompaña de café y bollería. A falta de ello, despedida rápida a pie de asfalto, buenos deseos y la promesa de desayuno doble para 2010.