Don Omar se dirigió en numerosas ocasiones a su público. | Teresa Ayuga

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El estatus de Rey implica un poder que no está al alcance de todos. Don Omar es monarca en el reggaeton. La madrugada de ayer, a pesar de los tres cuartos de hora de retraso, el artista puertorriqueño convocó a más de tres mil personas en Son Fusteret, en Palma. Eso sin tener en cuenta al público que no entró al recinto y optó por ver a su ídolo desde fuera o incluso subidos a sus respectivas furgonetas.

Algunos de los asistentes acudieron a la cita con banderas de Colombia, Ecuador o Chile. Ellas optaban por modelitos cortos y ajustados con tacones para potenciar sus figuras. Ellos, como Don, con polos y el cuello subido. La espera se hizo larga para algunos que no cesaron de silbar y gritar «fuera». El entretenimiento de los presentes, previo a la actuación, residió en verse proyectado en alguna de las cuatro pantallas que había sobre el escenario. Hasta que salió él. Dale Don dale fue la que sirvió para marcar territorio y dejar claro quién era el MVP (Most Valuable Player) de la noche. Le siguieron todos sus hits como Dile, Pobre diabla o Taboo.

El 'perreo' era constante entre los fieles de Don mientras él agradecía a Dios y a sus fans «por haberme hecho ser quien soy». Una versión corta de We no speak americano reconvertida en Yo latinoamericano sirvió para saludar a sus paisanos, que eran la mayoría. Pero un Rey no sólo canta. También aconseja. «Lo que entra aquí (señalando su cabeza) nadie te lo roba, edúquense». Y clama a la tolerancia étnica. «Vive la única vida que tienes a plenitud, respeta a la gente de otras razas». Hasta que llega la revolución. Danza Kuduro. Un éxito que ha generado la creación de grupos de Facebook muy curiosos. «Vivo con miedo de ir al baño en una discoteca por si suena Danza Kuduro» o «Confiésalo, bailando Danza Kuduro das la vuelta entera». Pues sí, la gente daba la vuelta entera. Debe ser inevitable.