El Tomi llegó de Argentina hace diez años, pidió refugio político a España. Ahora y, desde Barcelona, trabaja para «una agencia de noticias del estado, Tela». Aquí no ha encontrado trabajo, «tengo más problemas para publicar que antes». Nada tiene que ver su situación actual con aquella etapa de El Víbora. Fue «lo más», recuerda. Josep María Berenguer hizo un hueco a aquellas historias de El desmitificador que mostraban explícitamente «pollas y coños», incluso merecieron alguna portada. Era en aquellos mismos tiempos cuando Jan, Juan López Fernández, padre del conocido Superlópez, halló «la libertad total» como autor, quizá porque el personaje «se vendía bien». El dibujante comenzó a introducir sus guiones, las temáticas que le interesaban. Treinta años después, y tras una cantidad de publicaciones incapaz de cuantificar, reconoce que la crisis le obliga a adaptarse a una condiciones muy distintas para poder sobrevivir como autor. «La cantidad de trabajo es excesiva. Trabajo más ahora que antes, con lo que la calidad baja». Pero el mercado manda. Eso, no obstante, no ha restado esencia al personaje. «Superlópez sigue siendo yo. Yo soy todos mis personajes. Los temas nacen de mí. Sólo necesito imaginación y a veces se me da bien», bromeó.
Jan es un autor con las ideas claras. Nada le impide reconocer que se autocensura «para poder seguir publicando sin problemas. Todos los temas se pueden tratar», la cuestión es el cómo. En 2012, el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Renunció a ella porque este tipo de premios «son para prestigiar a la institución. No puedo aceptar un premio de un gobierno que no me gusta. Los reconocimientos que me gustan son los que vienen de la gente. El resto son compromisos», comentó.
Ambos participarán hasta el domingo en las actividades organizadas por el festival.
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