Mercè Rodoreda (Barcelona, 1908-Girona, 1983) es una de esas personas que «crecieron en la gloria de la República y que luego vivieron el exilio para conservar nuestra lengua y cultura durante cuarenta años. Les debemos mucho». Ambientada en esos años de huida de la escritora, concretamente en 1973, la última película de Ventura Pons, Un berenar a Ginebra , «habla de nuestra lengua y de lo difícil que lo tuvo una gente en unos momentos más complejos de los que vivimos ahora». Se podrá ver hoy en CineCiutat a las 19.30. Le seguirá un coloquio.
El productor y director catalán conocía a Mercè Rodoreda, a la escritora, pero poco más sabía de aquella mujer de «risa exagerada» y a la que algunos se referían como «la mala puta de la Rodoreda». Llevaba 25 años queriendo hacer esta película, a raíz de la lectura de Els escenaris de la memòria , de Josep Maria Castellet. «En ese libro explica que Rodoreda era extraña y celosa de su intimidad. En 1973, coincidieron en Ginebra. ¿De qué hablaron esos dos iconos de la literatura catalana? Aquello siempre me interesó», explica Pons. «Castellet me decía que ella siempre hablaba de lo mismo, en público siempre escondía su dolor y su sufrimiento». Pero aquel día hubo algo más después de «su monólogo habitual».
Sufrir
El berenar a Ginebra cuenta aquello que Rodoreda siempre dijo en las entrevistas y lo que confesó en cartas a su amiga Anna Murià. «Sufría mucho». Vivió la Guerra Civil, se fue a Francia y se encontró con la Segunda Guerra Mundial; se separó de su familia y el amor le concedió más disgutos que alegrías. Para contextualizar el personaje y compartir todo lo que ella nunca contó, Ventura Pons utiliza prólogo y epílogo. Así ha construido «una pequeña pieza de cámara en la que todos afinan muy bien, pero que tiene una solista excepcional», Vicky Peña.
Esta última producción de Ventura Pons «remueve» porque acerca aquellos años a una época, la actual, de «ataque de locura de la derecha contra un idioma. Yo no sé si existen los Països Catalans, pero sí la lengua catalana que nos une a todos». «Estamos también pasando tiempos muy difíciles y aquí [por Palma] creo que lo sufrís más que nosotros», comenta el cineasta, quien comparte: «Me emocionó ver la manifestación de Palma» contra el TIL. Espera que las urnas traigan el cambio -«la gente está hasta las narices»-, también mejores tiempos para la cultura. «Los socialistas se cargaron la protección del cine, le ley del cine ahora está hecha una mierda. Han dejado la cultura por el suelo», lo cuenta un profesional que ha dedicado toda su vida al teatro y al cine, y que este año ha podido hacer dos películas «porque vengo de las trincheras». ¿La salida? Proyectos que «signifiquen alguna cosa para la gente, cine pequeño de contenido, películas con verdad. Es lo que nos da gloria».
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