El premio nobel murió el jueves pasado en esta capital, a la edad de 87 años. Hoy, los presidentes de México y de Colombia, Enrique Peña Nieto y Juan Manuel Santos, respectivamente, encabezaron el homenaje para rendir tributo a un hombre que, como dijo Santos, «incorporó en sus obras la esencia misma del ser latinoamericano».
Gabo, como le llamaban cariñosamente, fue despedido en un acto solemne y entrañable con muchas flores amarillas, sus favoritas, y con las mariposas de papel del mismo color que poblaron su obra cumbre «Cien años de soledad», lanzadas dentro y fuera del Palacio de Bellas Artes.
La música clásica de la solemnidad del momento se mezcló con compases del vallenato de un conjunto de música colombiana que se hizo presente en el palacio para dejar constancia de la pasión que el escritor tenía por ese género del caribe colombiano y por el baile.
Fueron más de cuatro horas las que el público en general tuvo ocasión de desfilar dentro del palacio para despedirse del autor, y después de los actos oficiales encabezados por Santos y Peña Nieto, el desfile continuó, porque aún había gente esperando.
Los visitantes llevaron para despedirse numerosas flores que dejaron a los pies de la escalinata, libros del autor y algunos otros presentes que entregaron a miembros de la familia del escritor.
La viuda, Mercedes Barcha, y sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, fueron testigos del paso de miles de personas ante la urna con las cenizas del autor. Ellos integraron la primera guardia de honor que se situó para rendirle tributo.
Tres patrias
García Márquez, que siempre conservó su nacionalidad colombiana, vivió en México desde 1961. La máxima autoridad cultural de México, Rafael Tovar, en un discurso que pronunció en el acto, dijo por eso que las «tres patrias» del escritor eran «Colombia, México y el idioma español».
Santos habló del aporte de Gabo a la literatura y a las ideas, pero también sobre su faceta personal. «Si algo hacía Gabo mejor que libros era amigos», afirmó el presidente colombiano, que llegó hoy para una visita de varias horas con el único propósito de asistir a este homenaje.
Recordó su discurso cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, en 1982, y sus palabras de que «nunca es demasiado tarde para creer en la utopía».
«Nos deja -agregó- sus novelas, sus cuentos, sus crónicas, sus anécdotas, pero antes que nada nos deja la esperanza, la tarea, la determinación de unirnos por el bien de nuestro pueblo».
Para Santos, García Márquez seguirá vivo «en sus libros y en sus textos, pero sobre todo, más que nada, vivirá para siempre en las esperanzas de la humanidad».
A su turno, Peña Nieto describió a García Márquez como un «grande» de la literatura cuya obra quedará como un valioso legado para las futuras generaciones.
«Sus palabras y libros sobrevivirán los límites de la efímera vida humana», dijo.
Gabo «desentrañó la esencia e identidad de nuestra América Latina y la proyectó al mundo», añadió el mandatario mexicano.
Los discursos oficiales no cerraron el homenaje. Santos y Peña Nieto, junto con familiares del autor, se unieron al final en torno a la urna con las cenizas de García Márquez para dedicarle un prolongado aplauso, mientras se lanzaban mariposas de papel amarillas.
Afuera del palacio, varios cañones lanzaban también mariposas de papel del mismo color, mientras la gente aún hacía cola para poder acceder al Palacio de Bellas Artes y despedirse, a su modo, de un autor que, como dijo Santos, «escribió sobre el poder mas grande y mas influyente de todos, que es el poder del amor».
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