La escritora y traductora 'freelance' Lucía Graves, primogénita del literato Robert Graves, posó para la entrevista con este diario. | Joan Torres

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La escritora y traductora Lucía Graves (Devon, 1943), hija de Robert Graves, el genial literato, a quien la mayoría identifica -pese a su prolífica obra- especialmente con Yo Claudio , ha vuelto a Mallorca durante unos días para participar en un congreso sobre la obra de su padre y, especialmente, para asistir a la boda de su hija Laia, que, como ella, contrajo matrimonio en Deià.

—La boda de su hija no ha tenido que pasar por las vicisitudes de la de usted cuando se casó con el conocido músico Ramón Farrán.

—En absoluto. Entonces superamos algunos inconvenientes, ya que al no estar yo bautizada el cura de la iglesia no aceptaba celebrar la ceremonia. Los tiempos cambian, afortunadamente.

—Cuando usted llegó a Mallorca, en 1946, sólo tenía tres años. ¿Recuerda algo de esa época?

—No recuerdo el momento de mi llegada a Deià, pero sí mi niñez en el pueblo, que fue muy feliz. La casa se llamaba Ca N'Alluny, nombre que se le puso por estar algo alejada del pueblo.

—¿Le contó alguna vez su padre por que eligió la Isla para vivir y escribir?

—Como sabe, mi padre llegó a Deià en 1929, instalándose aquí con la también escritora norteamericana Laura Riding y encargando la construcción de la que sería nuestro hogar en el futuro. En la casa instaló una pequeña imprenta llamada The Seizin Press, que utilizó para editar, a partir de 1930, varias obras suyas y de otros autores. Vino a Mallorca casi por azar, aconsejado por Gertrude Stein, y una vez aquí, por recomendación de un pintor callejero, acabó en Deià. Le aconsejó que lo hiciera por la tranquilidad y la belleza del entorno.

—Seis años después tuvo que interrumpir sus trabajos y su estancia en la Isla.

—Iba a estallar la Guerra Civil. Un miembro del Consulado británico en Balears se desplazó a Deià y le conminó: 'Tenéis tres horas para salir de aquí. Hay un barco esperando para vuestro traslado'. Se fueron en ese barco convenciendo al capitán para que incluyera en el pasaje al secretario de mi padre, un judío alemán que, de haberse quedado, seguramente habrían repatriado con la consecuencia... que es fácil imaginar. En ese tiempo pensó constantemente en Deià y es lo que le animó a volver en 1946. Cuando regresó encontró la casa exactamente igual que cuando la había dejado.

—¿Cómo llevaba usted lo de ser hija de un genio?

—¡Se llevaba y se lleva muy bien! No existía la presión mediática de ahora y la vida transcurría con una maravillosa tranquilidad.

—El díptico Yo, Claudio y Claudio, el dios , que su padre escribió en 1934, se consagró mundialmente muchos años después gracias a una excelente adaptación de la BBC para televisión. ¿Estaba Robert Graves satisfecho con esa adaptación?

—Cuando se estrenó la serie, mi padre había perdido algo de sus facultades, pero visitó a los actores durante el rodaje y charló especialmente con Derek Jacobi, el actor inglés que interpretaba a Claudio. Sobre esta circunstancia dijo que 'yo ayudé a Claudio y, ahora, Claudio me ayuda a mí'. Era evidente que se refería a lo que el éxito de la serie le estaba reportando.

—Entre las obras de Robert Graves figura Dioses y héroes de la antigua Grecia , en la que considera a Mallorca como una de las islas hespérides que visitó Hércules.

—Mi padre veía en la mitología griega un reflejo de acontecimientos y realidades históricas.

—¿Cómo llamaban a su padre sus vecinos del pueblo?

—Don Roberto, el senyor de Ca N'Alluny, en Graves…

—¿A qué se dedica usted actualmente?

—Soy también escritora y vivo en Londres, donde trabajo de freelance como traductora literaria. He publicado dos libros y estoy escribiendo una novela en la que echo una mirada a la historia de la Corona de Aragón, concretamente del siglo XV.

—¿Regresará pronto a Mallorca?

—Yo nunca me voy totalmente. Es como mi casa para siempre.