«Para la gente joven es una oportunidad y un escaparate increíble». Las palabras del músico Bernat Quetglas (Palma, 1993), muestran su entusiasmo por haber sido seleccionado para dirigir, el 25 de este mes, a la Orquesta Tonkünstler en el Festival Grafenegg de Austria. «Se trata de una de las mejores formaciones», considera.
Estudiante de último curso de Composición y Dirección, el joven músico no dudó en presentarse a «un concurso que estaba hecho para mí, un proyecto de composición donde el premio es dirigir tus propias obras», detalla. «Oportunidades internacionales como esta son joyas que hay que aprovechar al máximo».
Referente
Quetglas se inició en el mundo de la música a los cuatro años y ahora, con 21, pertenece a la formación de cámara Suite Ensemble, que pretende convertirse en un referente de la música contemporánea de Mallorca. «El próximo 18 de agosto tocaremos en el Castell de Son Mas nuestro concierto Diálogos, en el que difundimos la música del siglo XX y XXI». Adelanta que «será algo divertido y dinámico, ya que queremos acabar con lo aburrido de los conciertos de música clásica y romper con el protocolo aristocrático del siglo XIX».
El joven compara la situación cultural de España con la del resto del continente europeo, y alega que en «Italia o Alemania se tiene mucho más interiorizado y se valora más. En España, la cultura está politizada. El problema llega cuando un político que no sabe de música está desempeñando esa función».
1 comentario
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
No es el único mallorquín que dirige con éxito por el mundo. Haberlos haylos y no recalan por la Simfònica. Y digo yo, ¿para qué tenemos una orquesta si los mallorquines tienen que ir a dirigir fuera?. El problema no es de la orquesta sino de quien la gestiona. Si tuviesen un mínimo de noción de para qué sirve una orquesta, este joven ya tendría un concierto reservado en la programación. Este y otros, y no solo jóvenes sino directores mallorquines que han probado su valía, a los que se les deniega el acceso a nuestra (si, ¡nuestra!) orquesta.