Guadalupe Plata, en una imagen promocional. | Xavi Solà

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Guadalupe Plata aterriza en Palma para presentar su quinto disco, nuevamente homónimo. Los andaluces, que deben su nombre a la imagen de la Virgen de su localidad natal, Úbeda, se han dado a conocer por su peculiar modo de combinar blues con rock, jazz, psicodelia y flamenco.

Su fuerza se basa en la sencillez de sus guitarras, la ausencia de electrónica, y en el surrealismo y oscuridad de sus letras. La noche del jueves 14, el viernes 15 y el sábado 16 protagonizarán una triple cita en Maraca Club. En su última visita, hace apenas un año, sumieron al personal en un lodazal de blues y voodoo, con ese sonido tan sombrío e hipnótico con el que Pedro de Dios, Carlos Jimena y Paco Luis Martos se desempeñan, irradiando la misma intensidad que el ‘Cholo’ Simeone dirigiendo al equipo desde la banda.

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Y es que, como dijo Churchill, «nunca tan pocos hicieron tanto» (en alusión a como la maltrecha aviación británica resistió las embestidas de la Luftwaffe de Hitler). Esta cita es ideal para definir a un grupo que con muy pocos instrumentos es capaz de recrear unas sonoridades impropias en un trío, que sobre el escenario parece multiplicarse. Precisamente, sobre las tablas es donde mejor se desenvuelven, su directo destila fuerza por los cuatro costados. Siempre rápidos, viscerales y paranoicos, tocan a volúmenes no aptos para todos los oídos, logrando que lo macarra y lo refinado se den la mano.

Guadalupe Plata vuelve con nuevo material, otro álbum sin título, defendiendo que lo suyo es lo vintage. La suma de esa incorrección formal, el impredecible mejunje costumbrista y ese humilde discurso personal que les caracteriza, subrayan la propuesta de una banda con antecedentes, sí, pero sin ningún coetáneo con el que se puedan realizar comparaciones. Son únicos, tanto encerrados en el plástico como sobre el escenario.