Cuenta ya con un gran número de novelas publicadas, pero, ¿es este lanzamiento especial por ser el Premio Planeta?
—Hombre, el Planeta te da una visibilidad enorme, consigues llegar a unos lectores que antes no habían accedido a mis novelas, porque todas ellas están ambientas en la antigua Roma y son extensas. Ahora, me consta por las firmas que estoy haciendo, que mucha gente me dice que siempre habían querido leerme y por fin lo están haciendo. De ahí, podrían saltar a mis anteriores libros. Al final, es un premio que te da lectores.
En la novela reivindica una figura femenina, la mujer más poderosa del Imperio Romano, Julia Domna. Dado el contexto político y social actual, ¿lo considera un ejercicio feminista?
—Es un personaje que me atraía desde hace tiempo. Me interesaba reconstruir nuestro pasado prestando atención a los personajes femeninos, porque en mis primeras novelas apenas aparecían. No fue intencionado, pero me dejé llevar por las fuentes clásicas, en las que solo figuran hombres que ensombrecen a grandes personajes femeninos. El cuerpo me pedía poner en valor a Julia Domna. Casualmente, el libro ha coincidido con el movimiento Me Too y la conciencia de esta sensibilización que hay ahora por el tema de la igualdad entre hombres y mujeres, que apoyo totalmente. Me parece una feliz coincidencia. Es natural que un escritor evolucione de acuerdo a su entorno social.
Ha dicho en varias ocasiones que está enamorado de la protagonista de Yo, Julia, Julia Domna. ¿Qué le sedujo?
—Es una mujer muy inteligente, hábil, que se rebela contra el desprecio y la xenofobia. En un mundo injusto hacia ella y su familia, fue capaz de maniobrar toda esa situación, tras casarse con el emperador Septimio Severo, para ascender en el centro del Imperio Romano. Solo por eso, su historia merecía la pena ser novelada. Protagoniza una historia de amor, una lucha descarnada por el poder.
Escipión y Trajano, protagonistas de otras de sus novelas, tienen en común con Julia Domna que han sido injustamente olvidados. ¿Qué le atraen de este tipo de personajes para rescatarlos y darles voz?
—Precisamente, el hecho de que cada uno de ellos tengan una serie de virtudes, importantes aún en el mundo de hoy en día. Escipión tenia una nobleza y un honor notables, sobresaliente. Trajano fue un combatiente activo contra la corrupción política, hasta que consiguió acabar con ella en su gobierno, y Julia tiene una determinación que hace que, pese a ser mujer en un mundo controlado por hombres, sea capaz de sobreponerse a todo tipo de dificultades para conseguir sus objetivos.
La documentación es clave en este sentido. ¿Le costó encontrar fuentes?
—Sí, el tema de las fuentes siempre es complicado, porque en el caso de una mujer de aquella época hay que reconstruir su vida de forma indirecta. Las cuatro fuentes clásicas que nos hablan de Julia Domna lo hacen de esa manera, siempre bajo la sombra de los hombres. Entonces, busqué en los capítulos que hablan de su esposo, Septimio Severo, y aparecen referencias. Después, encontré una biografía muy bien documentada escrita por la profesora Barbara Levick, de la Universidad de Oxford. Tracé el relato de Julia combinando fuentes clásicas y modernas. En la numismática y en la escultura encontré también muchísimo material. De esta forma, hice un collage para construir el personaje.
El año pasado fue profesor invitado en Cambridge. ¿Qué le inspiran las nuevas generaciones?
—Me estimula el contacto con la gente joven altamente inteligente. Yo, mientras, trato de estimular sus conocimientos, su ánimo y su voluntad para que no acepten el status quo que reciben para que sean reflexivos y críticos, personas con un pensamiento crítico exigente. Estas nuevas generaciones tiene que ayudar a mejorar un mundo que es muy mejorable.
Ahora que estamos en pleno periodo electoral, ¿echa en falta que se hable de cultura en los mítines?
—Completamente. En la clase política nunca se habla de cultura. Me gustaría mucho que así como se les suele preguntar por otros temas, se les consultara sobre escritores, libros, películas y series. Eso no pasa, y si ocurre, las respuestas suelen venir dadas por un gabinete. Se están perdiendo las Humanidades, porque no interesa que la gente lea filosofía, literatura, que sepan de historia, eso genera una masa crítica que podría ser exigente con los gobiernos, y eso no interesa, claro que no, porque personas con conocimientos no son tan fácil de adocenar. Yo, personalmente, trato de pelear contra ello con la novela histórica.
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