Rocío Quillahuaman, en Palma. | Pilar Pellicer

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Rocío Quillahuaman (Lima, 1994) ha contado más seguidores que días tachados del calendario en los últimos dos años y ya suma más de cien mil en Instagram enganchados a su humor sincero y crudo. Una creatividad expresada en forma de animaciones y vídeos que ella misma guioniza, realiza, monta y dobla, aunque avisa «no soy animadora». Tanto talento en una única persona que ha atraído muchos corazones en forma de likes, y no pocos haters. Sobre su experiencia en los lares virtuales de internet trató la charla que impartió ayer en el CaixaForum Palma, la primera cita de los Encuentros con... tras el cierre del centro por la pandemia.

¿Qué trata en su charla?

—Hablo de mis orígenes desde que empezó este fenómeno accidental en internet y de cómo me afectó y lo que he aprendido en estos dos años.

¿En qué momento se da cuenta de que es una ‘influencer'?

—Bueno, cuando empezaron a pedirme entrevistas para la radio o cuando marcas como Nike me encargan cosas y no termino de entender por qué. Aunque no sé si me consideraría una ‘influencer' porque no hago sorteos ni vendo cosas, algo que otros artistas sí se ven abocados a hacer.

¿Y cómo se define?

—No me considero ni ilustradora ni animadora ni ‘influencer', pero realmente no sé cómo definirme. En cualquier caso soy creadora de contenido.

¿De dónde sale la inspiración para sus vídeos?

—De todas partes como eventos donde miro a la gente para ver sus reacciones. Así puedo saber sus intenciones. Durante el confinamiento fue difícil. Si no se hubiera acabado no sé lo que hubiera hecho porque me iba quedando sin ideas, pero en líneas generales siguen saliendo.

¿Cómo se lleva el hate?

—Es algo con lo que hay que lidiar, va con el oficio. Hay que soportarlo por la exposición en redes. A mí llegó a afectarme mucho en su momento. Sobre todo son machirulos porque además yo voy a por ellos, pero también es que soy su presa fácil: una chica joven que crea cosas en internet.

¿Pueden ser una fuente de inspiración?

—Sí, al final se retroalimenta y todos los comentarios de hate pueden convertirse en un vídeo mío. De hecho, la única razón por la que tengo twitter es para coger ideas sobre el comportamiento humano con las tonterías que la gente dice. De ahí sale la chicha de mis vídeos. Es como un gran experimento sociológico.

¿Nota mucho cambio entre ahora y hace dos años?

—Entiendo que todo cambia y ahora la cosa está un poco fría la recepción de mis vídeos, pero no me afecta creativamente porque sigo con mis ideas y que pase lo que tenga que pasar.