Gabriele Kerner es la líder de esta formación germana.

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Que no les confunda su ritmo frenético y jubiloso, tras 99 Luftballons, el mayor éxito del conjunto alemán Nena, se esconde el drama de la Guerra Fría y la amenaza de un estallido nuclear. La banda de Gabriele Kerner radiografió, con un filtro muy bailable, la sensación de paranoia que atenazaba a aquel mundo dividido en dos bloques, el resultado fue tan demoledor que tuvieron que grabar una versión en inglés: 99 Red Balloons. Esta noche, a partir de las 19.30 horas, Nena recalará en el Golf d’Andratx, quizá sin la fuerza subversiva de antaño, pero conservando intacta su habilidad para dislocar caderas de puro placer.

La canción de los globos rojos surcando el cielo, como metáfora de libertad, sirvió para relajar el ambiente de crispación que reinaba a ambos extremos del Telón de Acero en los 80, y de paso consagró la propuesta de Nena. Las cifras hablan por sí solas: la alemana ha vendido más de 25 millones de copias de sus discos en todo el mundo, y hoy está considerada una indiscutible pieza de la cultura pop internacional.

Tiene 61 años, pero aparenta cuarenta y pico. Su sonrisa sigue encandilando porque armoniza perfectamente con la dulzura de sus facciones. Gabriele Kerner, frontgirl de Nena y única superviviente de la formación original, se convirtió a mediados de los 80 en la imagen más conocida de Alemania más allá de sus fronteras. Fue cuando el mundo descubrió que además de automóviles y lavadoras, en ese país se hacía buena música.

Combinando punk, pop y sintetizadores, Nena lideró la denominada Neue Deutsche Welle (nueva ola alemana). Hoy, esta abuela del rock vive en Hamburgo obsesionada con el presente, aunque no tiene reparos en evocar el pasado, como si catapultarse hasta su Renania natal le quitara años. En su juventud, antes de encumbrarse en las listas musicales, pasaba las tardes en compañía de Black Sabbath, los Ramones, Bowie, Blondie y los Stones. Y aunque no tardó en formar su propia banda, The Stripes, su sueño era mudarse a Berlín del Oeste, justo en una época en la que se sabia que si se desataba una Tercera Guerra Mundial ese punto sería lo primero en ser borrado del mapa. Pero eso no la amilanó y desembarcó allí en el 82. No tardó en formar el grupo al que prestó su talento vocal y, de paso, el nombre que se había ganado como apodo en un viaje de niña a España: Nena. El resto, como suele decirse, es historia.