La admiración es, quizá, uno de los sentimientos más puros y nobles que se pueden sentir hacia otra persona o su trabajo. Se trata de la manera más transparente de, como suele decirse, ‘quitarse el sombrero' hacia la labor de alguien que se considera sobresaliente. Esta podría ser una buena forma de definir la relación entre el catedrático Jacques Terrasa y el fotógrafo francés Bernard Plossu. El resultado de dicha vinculación es Plossu, España, libro que recorre la relación del artista con nuestro país al que retrató de mil formas, pero sobre todo lo inmortalizó a través de las ventanillas del tren.
Terrasa, que a pesar de su nombre francófono, Jacques, y de haber nacido en Marsella, cuenta con un fuerte vínculo con la Isla, ya que es descendiente de familia mallorquina, presentó ayer por la tarde el libro en la librería Embat de Palma junto a Joan CarlesOliver, doctor en Historia del Arte y profesor de la UIB. Terrasa cuenta con una amplia experiencia en el campo docente e investigador y es catedrático emérito por la Universidad de laSorbona de París, especializado en artes visuales. Se podría decir que sabe bien de lo que habla.
Movimiento
Y como no podía ser de otra manera, su conocimiento de la obra de Plossu es enciclopédico: «Siempre me ha interesado mucho su relación con el espacio en movimiento», una forma de fotografiar que desarrolló principalmente en España, país en el que vivió durante cinco años a partir del 88 y que no «dejó de inmortalizar». «Su principal forma de viaje era en tren y tomaba sus instantáneas desde la ventanilla», algo que se une con su gran conocimiento del cine y, en concreto, de la nouvelle vague, que le «impresionó».
Así pues, Plossu juega con «desencuadres, imágenes movidas y la fugacidad» de lo que se ve a través del cristal con gran relación con el cine, en particular la filmografía de Jean-LucGodard, «un descubrimiento de la imagen anterior a su conocimiento de la historia de la fotografía».
Una visión del mundo y de España a través de un filtro triple: la composición de Godard, el objetivo de su Nikkormart de 50 milímetros y, finalmente, «la mirada» del propio Plossu, que es «inconfundible». De hecho, Terrasa explica que se le imitó mucho y que, ya en los 70, Plossu despertó la admiración de otros fotógrafos más jóvenes que él, concretamente Carlos Serrano y Pablo Pérez-Mínguez, directores de la revista Nueva Lente que fue un nexo para artistas como Joan Fontcuberta, entre otros. Así pues, Plossu goza del prestigio y la admiración de los suyos, de su gremio y de los que lo analizan, como el propio Terrasa quien, con el libro presentado ayer, amplía su primera aproximación editorial a Plossu que se centraba en su visita a Barcelona. Ahora puede apreciarse su visión del desierto de Almería, las montañas aragonesas o las ciudades como Madrid, «que le impresionó mucho también».
Esta relación con dicha generación, a la que «tenía mucho cariño», fue de hecho el motivo del primer encuentro entre Terrasa y Plossu, que se ha «mantenido en el tiempo hasta hoy», reconoce el catedrático. Por otro lado, Terrasa también explica lo negativo de no haber podido «traer a Plossu a Mallorca para que pudiera fotografiar estos paisajes, como la Serra de Tramuntana», pero fue un «proyecto que no se pudo hacer y finalmente se olvidó», lamenta Terrasa.
En una nota al margen, Terrasa también valora positivamente la democratización del acceso a la fotografía de todo el mundo a través de las nuevas tecnologías, aunque conserva cierto cariño a las técnicas tradicionales y la forma de aproximarse a la fotografía dePlossu, quien «siempre ha expuesto copias en blanco y negro y se ha mantenido fiel a la imagen plateada», lo que, según su opinión, implica una cierta «ética y una lentitud y relación con el tiempo diferentes ya que no ves el resultado hasta varios días después de haber hecho la foto», reflexión que Terrasa lleva más lejos y sugiere que es «una experiencia vital mirar el mundo de esta manera, sin saber lo que miras y pudiendo sorprenderte cuando ves la copia».
Definitivamente, Plossu, España es una carta de admiración a un artista que posee «una fluidez en la manera de ver el mundo y una espontaneidad y continuidad entre la experiencia cotidiana y sus fotografías» que son marca de la casa, y que fue, y es, síntoma de maestría.
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