El cantante Dani Fernández, en una imagen promocional. | Archivo

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Asus 31 años sigue escudándose en su cara de niño travieso. Dani Fernández es una de las voces más dotadas del pop comercial, ese que tiende un vínculo casi fraternal con sus fans, ese que es capaz de transformar un concierto en un karaoke generalizado. El manchego se ha alejado con éxito de su vertiginoso pasado en Auryn, cuando era objeto del deseo de sofocadas adolescentes.

Las mismas que con alguna cana lucen desatadas y berreantes en las primeras filas de sus conciertos, aunque ya no se comportan como la niña convulsionada de El exorcista. Es más, Fernández goza de un público maduro y exigente que no entiende de sexo. Pueden comprobarlo este jueves y este viernes en la sala Es Gremi, a las 20.00, dentro de las Mallorca Live Nights.

Escuchando sus canciones tengo la sensación de que comparte sus vivencias patológicamente, ¿cuánta carga autobiográfica hay en ellas?
—Mis canciones son experiencias, vivencias, historias personales. A la gente le mola sentirse parte de ella.

¿Qué canción escogería como autorretrato?
—Te diré dos temas que me describen bien: Uno es Bailemos, el otro Si tus piernas, que habla sobre la forma en la que rectifiqué mi vida.

¿Cuál es la parte más estresante de ser Dani Fernández?
—(Risas) Los frentes abiertos, la cantidad de decisiones que uno tiene que tomar en diferentes ámbitos. Te llegan mil emails y mensajes, contestarlos me satura.

Robbie Williams afirma que suele ‘gloogearse’ para saber qué escriben sobre él los periodistas, ¿comparte su afición?
—Lo hice, pero soy bastante sensible y cuando te ‘googleas’ pueden pasar dos cosas: que te suba el ego o que te dé un bajón porque gente que no te conoce habla mal de ti, por eso cada vez estoy más desconectado de las redes, solo interactúo con la gente de mi comunidad de fans.

¿Uno de sus grandes talentos es mostrarte seguro y dominador sobre el escenario?
—No lo sé, lo de reconocer mis propios talentos me cuesta bastante. Si tuviera que describir mi mayor talento sobre el escenario sería la intensidad y mi amor incondicional por la música.

Desde sus comienzos, la música ha experimentado grandes cambios tecnológicos, así como una transición hacia nuevas formas de consumo, ¿se puede hacer buena música pop en la era del autotune?
—No quiero ser juez, pero veo que ese tipo de música que cuenta historias en las que resulta fácil sentirse identificado nunca morirá. Eso me alegra porque es la música que trato de hacer y la que de verdad me gusta escuchar.

¿Se ha sentido infravalorado?
—Sí, y no solo en la música. Todo el mundo ha sentido que sus ideas no se han tenido en cuenta y es duro, pero si lo miras con perspectiva luego te ayuda a madurar.

Musicalmente hablando, ¿le gustan las etiquetas o prefiere desenvolverse con versatilidad?
—Tengo una personalidad musical propia, si tuviera etiquetas en mi cabeza la gente no vendría a verme tocar.

¿Como reaccionará cuando le llegue ese momento generacional en el que, al escuchar los nuevos sonidos que mueven a los jóvenes, pensará: ‘esto no es música’?
—Le juro que pienso mucho en eso. Recuerdo que cuando le ponía rap a mi padre no le gustaba nada, no quisiera ser una de esas personas que creen que la música que escuchan los adolescentes es peor que la que ellos escuchaban.

¿Cuánto más se gana, más se gasta, o es buen administrador?
—Lo soy, vengo de una familia obrera que siempre ha sabido administrarse porque no le quedaba otra. Sin ser un rata, la verdad es que considero un tipo ahorrador.