Las galerías de arte a veces son demasiado convencionales. El mercado marca las directrices de lo que no deja de ser un negocio. Los espacios alternativos se han convertido en una buena manera de exponer, ya que no se centran tanto en lo crematístico. Una carta blanca a la creación. Es probable que la libertad esté fuera de la academia y el mercado.
TACA es una muestra de un espacio no convencional que se distancia de las galerías. Lleva desde el 2015 programando exposiciones y otras citas culturales. Situada en la calle Sant Feliu, está gestionada por el artista Julià Panadès y por la DJ Kate Donovan, pese a que en un inicio se sumaron otros artistas. Nació al quedarse vacío el local que ocupa «me lo propusieron como estudio, pero era más interesante generar un punto de encuentro. Que el espacio no se perdiera», apunta Panadès, a la vez que explica que la programación «pretende ser muy heterogénea, desde la música a la performance. Nuestro interés es el site specific y lo efímero. También queremos trabajar la ilustración», explica.
Menos convencional incluso es el caso de Trastero 109, gestionado por los artistas Tomás Pizà y José Fiol. No cuenta con espacio físico concreto, pero comenzó en un trastero que luego invadió un piso en Passeig de Mallorca e incluso el garaje del edificio. Han realizado una decena de exposiciones donde han participado artistas como Alicia Knoff, Ana Genovés y Cristina Ramos. Llevan un recorrido de ferias dedicadas a espacios alternativos como Swab, donde participaron en la sección comisariada por David Armengol, y también en Supersimétrica. «Creo que en un entorno como el nuestro, proyectos como Trastero 109 permiten el acceso a personas que, por diversos motivos, están fuera del ámbito galerístico», explica Pizà.
Una referencia para entender estos espacios no convencionales es el comisario Tolo Cañellas. En Madrid curó junto a Guillermo Espinosa The Black Pilar, una columna del bar Poliester que contaba con una programación estable. En la Isla realizó un proyecto, junto a Magda Albis y Pilar Rubí, llamado Glory Hall, por el que pasaron artistas como Bel Fullana o Nauzet Mayor. Pese a que en este caso sí había venta, era un formato apartado de galerías y de los circuitos de venta de arte.
Entusiasmo
Este tipo de proyectos al margen requieren de mucho entusiasmo. «Esa es la clave, junto a la voluntad», explica Cañellas, quien aclara que «este tipo de acciones son más frescas y menos convencionales. Era una carta blanca al artista, para dar rienda suelta al proyecto. Trabajamos con muchos creadores; algunos estaban dentro del circuito, pero otros no. Eso no es lo importante».
Cañellas fue el responsable de un proyecto institucional singular: el Box 27. Se trataba de una ventana en un centro de arte. Un espacio no convencional, pero en este caso en la institución. «El Box 27 es un salto a la institución un lugar no convencional, pero con presupuesto», afirma Cañellas.
Iniciativa
Si continuamos con el recorrido no podemos dejar de mencionar el «Festival Cultura a Casa» que fue una exposición, un programa de actividades «domésticas» y un punto de venta en una casa en el centro histórico de Palma. Detrás de esta iniciativa estaba Cañellas, junto a Tina Codina y Miquel Ferrer, de Rata Corner. Montaron dos ediciones en las que participaron artistas como Albert Pinya, Ana Cabello o Rubenimichi, en una iniciativa que buscaba democratizar el acceso al arte, con la venta de piezas seriadas en algunos casos, pero siempre asequibles. La idea es que no costara nada más de 50 euros.
Ante el aburrimiento y las propuestas manidas, estas iniciativas autogestionadas adquieren especial relevancia y nos muestran que el arte no solo es aquello que cuelga en las paredes del cubo blanco.
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