La escritora Carme Riera publica nueva novela, 'Una ombra blanca', que presenta el lunes día 15 en Quars Llibres (Palma). | Pilar Pellicer

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Carme Riera (Palma, 1948) regresa a la novela, justo para Sant Jordi, con Una ombra blanca (Edicions 62 en catalán y Alfaguara en castellano). Ambientada sobre todo en Estados Unidos, también conecta con Mallorca a partir de la leyenda de la Deesa Blanca y Fosclluc, el pueblo inventado por la autora que ya aparecía en el libro que la dio a conocer, Te deix, amor, la mar com a penyora (1975). Lo presentará el próximo día 15, a las 19.00 horas, en Quars Llibres, junto a Cati Moyà.

La protagonista de la novela es una exitosa soprano, Barbara Simpson, que se quiere tomar un año sabático tras vivir una experiencia cercana a la muerte... ¿Usted querría tomarse un descanso de la escritura o la literatura?
— Me encantaría tomármelo, una vez pude hacerlo cuando estaba en la universidad, pero la verdad es que trabajo tanto que me cuesta mucho estar un año sin dedicarme a escribir.

La cantante está a punto de morir de un infarto en plena actuación, pero un asunto pendiente del pasado la retiene en este mundo... ¿Cree que es algo que puede suceder de verdad?
— He leído mucho sobre esta cuestión y parece ser que es así, que cuando alguien regresa es porque tiene algo que solucionar aquí. Si no tienes ningún asunto pendiente, puedes ir a ese espacio de luz, tranquilidad y paz, y te quedas ahí para siempre. Eso sería maravilloso, pero tampoco lo sabemos a ciencia cierta porque nadie ha podido contarlo. He leído unos cuantos libros sobre este tema y también he hablado con médicos y existe esa posibilidad...

Ese regreso para solucionar algo del pasado podría verse como un castigo...
— Sí, puede verse así, pero si estás en ese lugar de paz y luz no querrías regresar.

Cuando eso sucede, ella está fuera de su cuerpo, en una nebulosa y una sombra blanca, como la del título de la novela, y regresa a la infancia, siempre tan adorada y, ¿sobrevalorada? ¿Qué peso tiene la infancia en la vida?
— La infancia tiene mucho peso, en este caso, es fundamental porque es clave para saber qué pasó en el pasado y qué tiene que buscar.

¿Cómo se imagina la muerte?
— Ojalá sea plácida. Hay muertes terribles, lo que pedimos todos es marcharnos sin sufrimiento y de manera rápida. Más que mi muerte, lo que me horroriza es el sufrimiento y también pensar en las personas que quiero.

Aquí se ha centrado en el mundo de la música y, concretamente, de la ópera, haciendo referencia a personajes célebres como Maria Callas o Plácido Domingo. Curiosamente, la protagonista dice que no sabe nada de letras, sino solamente de notas musicales. En su caso es al revés, aunque sí sabe de ópera...
— De música sé poco, pero conozco. Una cosa es conocer y otra es entender. Escribí el libreto para la ópera L'Arxiduc, compuesta por Antoni Parera Fons, y fue una experiencia maravillosa.

Es la secretaria, la periodista Roser Barnes, la que recoge por escrito el testimonio de la soprano, algo que recuerda a su obra Les darreres paraules de l'Arxiduc, que luego produjo el Principal.
— Pero la situación de Barbara es distinta a la del Arxdiuc. Además, en el caso de la novela, es la secretaria la que lleva la voz.

Un personaje que ayuda a Barnes es precisamente una escritora llamada Carme Riera...
— Me parecía divertido ese juego de espejos; además, también otorga verosimilitud a todo. Si lo pasara mal no escribiría. Es importante divertirse y eso pasa por salir de uno mismo. También aparecen artistas que admiro, como Jaume Mir, Barbara Weil o Ben Jakober...

Uno de los grandes temores de la soprano cuando se debate entre la vida y la muerte es decepcionar al público. ¿Los artistas están demasiado pendientes del público? ¿Ha sentido ese miedo a decepcionar a los lectores?
— Sí, claro, es normal tener miedo a que nadie te lea o que no guste lo que escribes...

¿Incluso usted, con tantas obras y tantos premios a sus espaldas?
— Un nuevo libro siempre es una incógnita, piensas si le gustará a la gente... Lo paso muy mal cuando tengo un nuevo libro en la calle. Estaré veinte días sin entrar en una librería, me horrorizaría entrar en una y ver que los míos no están en el escaparate o dentro... Competir con la cantidad de libros que se publican cada día es imposible. Nunca sabes si se venderá bien, si lo próximo que escribas te lo van a publicar... Con los años y los reconocimientos eso empeora porque tienes más presión. Cuando empecé no me planteaba todo esto, porque no esperaba nada ni sabía si tendría tres lectores.

Ahora que se acerca Sant Jordi, ¿es todavía peor esa presión?
— Preferiría no tener que trabajar ese día. Además, tener a tu lado una persona mediática que firma por un tubo cuando tú no te comes ni un rosco no es una sensación muy agradable... Me ha pasado alguna vez y me acuerdo muy bien. Cuando publiqué Te deix amor no firmé ninguno en toda la mañana, pero al final de la jornada se acercó un chico, lo miró y le dije: ‘Si te lo compras te lo firmo'. Ahora que lo pienso era tan mayor como lo soy yo ahora. Le he estado buscando en todas partes para agradecérselo, me salvó ese día, al menos pude dedicar uno.

Al menos tiene el ego domesticado.
— (Risas). Hay gente que se cree que ser escritora es ser VIP, pero creo que es un trabajo como cualquier otro, que no da prestigio, quizás al contrario.

Gran parte de la historia transcurre en Estados Unidos, pero también conecta con Mallorca, con el pueblo inventado de Fosclluc, a partir de la leyenda de la Deessa Blanca, que habla de la necesidad de proteger la naturaleza. Asegura que las leyendas nos ofrecen más referencias de nosotros mismos de las que somos conscientes. ¿Lo ve así?
— Absolutamente, las leyendas, las rondalles o los cuentos populares son clave para interpretarnos. En cuanto a la protección de la naturaleza, es algo muy importante pero no está pasando. Cualquier persona sensible que se precie vive esta destrucción como algo terrible. Si no protegemos la naturaleza, entonces somos nosotros los desprotegidos.

Al final, Mallorca resulta clave para comprenderlo todo.
— Sí, aquí se encuentra la solución del caso y es algo muy importante que sea así, en esa zona mágica donde Robert Graves ideó la diosa blanca. Por otra parte, Fosclluc es un nombre que ya está en Te deix, amor, la mar com a penyora que, por cierto, cumple 50 años en 2025.

La culpa, tan vinculada con la tradición católica, está muy presente en el libro...
— La culpa siempre ha sido un elemento pasado desde que era pequeña, con el pecado original. Mi formación infantil fue religiosa y tienes que conseguir liberarte de esa culpa. Las mujeres nos sentimos más culpables que los hombres, somos las que los tentamos...

¿Cómo se libera una de la culpa?
— Pensando en que no eres tan culpable como creías, haciendo un ejercicio de racionalidad.