La cantante Galen Ayers visita Deià varias veces a lo largo del año.

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Hija del mítico legendario Kevin Ayers, uno de los ilustres vecinos de Deià, Galen Ayers creció en Mallorca, entre esta localidad y Sóller. Aunque la vida la ha llevado y la lleva por diferentes lugares del mundo, desde Grecia a EE.UU., Reino Unido o México, siempre regresa a la Isla, donde tiene a muchos de sus familiares. Su reciente divorcio la empujó a volver a la música para grabar un intenso álbum junto a Paul Simonon, histórico bajista de The Clash, titulado Can we do tomorrow another day?. Ayer visitó en Deià la tumba de su padre en el día en el que cumpliría 80 años. «Hoy he visto abejas nacer», dice antes de la entrevista.

Iba a preguntarle por su música, pero cuente, cuente.
He estado en las instalaciones de Mel Caramel, pequeña productora mallorquina de miel ecológica. Su dueño, Martí Mascaró, me ha mostrado ese fascinante mundo. Son un ejemplo de organización y de feminismo.

¿Son feministas las abejas?
Sí! Las hembras eligen a los cuatro o cinco machos a los que permiten vivir en la colmena.

¿Y cómo ha acabado usted viendo abejas nacer?
Gracias a Mallorca Preservation, entidad dedicada a la conservación del medio ambiente con la que colaboro. Realiza una labor extraordinaria. La naturaleza es una fuente inagotable de inspiración para mí. Observándola, ves que todo está diseñado y es perfecto, aunque a veces pueda ser cruel. Si destruimos la naturaleza, destruimos nuestra inspiración.

Imagino que en su música hay mucho de ese amor a la naturaleza.
¡Desde luego! Desde pequeña, bajo el ejemplo de mi padre y sus amigos, nunca he conocido otra música que no sea la que está hecha desde el respeto a la naturaleza. Si destruimos la naturaleza, destruimos nuestra principal fuente de inspiración.

En este sentido, ¿le preocupan los efectos de la masificación turística en Mallorca?
Pienso que es solo un síntoma de un problema mucho más grande que tiene que ver con el cambio climático y el capitalismo global. Vivimos en un modelo insostenible a nivel ecológico y social. En cuanto al turismo, debemos apostar por un visitante consciente y comprometido con la sostenibilidad, con ganas de aportar e interesado en cosas como ver abejas nacer.

Hablando de Mallorca, el disco con Paul Simonon tiene mucho que ver con la Isla, ¿verdad?
¡Sí! Conocí a Paul en el funeral de mi padre en Deià en 2013. Desde entonces, estuvimos en contacto. Durante la pandemia, pasó una temporada en Mallorca componiendo canciones inspiradas en la Isla, y le ofrecí ayudarle con traducciones o lo que necesitara. Me regaló una guitarra muy especial. De repente, un día que yo estaba en Estados Unidos con mi abuela recibí un mensaje suyo proponiéndome hacer un disco a medias. Nos reunimos en Londres para probar qué salía y todo fluyó estupendamente. Fue un momento de inflexión en mi vida. Con una mano estaba firmando el contrato del disco y con otra el acuerdo de divorcio.

Galen Ayers, en la tumba de su padre en la localidad de Deià.

Menudo momento...
Desde luego. Al casarme había dejado de lado la música, porque mi exmarido padeció un cáncer y puse toda mi energía en cuidarlo. Al divorciarme, la música regresó a mí. A los cuatro meses, ya estaba escribiendo canciones.

¿Qué tal trabajar con una leyenda como Paul?
Increíblemente fácil y fecundo. No hubo nada de egos y trabajamos por y para las canciones en todo momento. Fue precioso.

¿Y de qué va el disco?
Es un álbum lleno de esperanza y luz que a nivel personal me ha servido como un puente de regreso a mi identidad. A él también le llegó en un momento algo convulso a nivel vital. Es un disco muy mallorquín, con referencias a temas como la gentrificación o Magaluf, y es un trabajo que une muchas culturas musicales de Europa, México, Estados Unidos... Pero sobre todo, está lleno de valores.

¿Va a hacer algo especial en el que sería el 80 cumpleaños de su padre?
Iré al cementerio a saludarle, al ‘naughty corner’ o ‘rincón de los chicos malos’ en el que está enterrado, junto a su gran amigo y guitarrista Ollie Hallsal. Siempre que voy me encuentro sorpresas en su tumba: púas, lencería, botellas de champán,... Me alegro mucho de haberle enterrado aquí. Siempre quiso vivir con vistas al mar, y ahora las tiene. Él siempre me decía: ‘mis años dorados fueron creciendo contigo en Deià’. Siento que estoy en un momento en el que ya he cerrado el círculo del duelo con él. Con su muerte, entendí que nuestras vidas son historias y tenemos que escribir cada página. Ahora, he terminado la página con él y estoy escribiendo una nueva.

¿Y de qué va esa página?
Estoy muy abierta a lo que venga, escribiendo canciones y con ganas de hacer más conciertos. Y de saber más sobre las abejas.