Los hermanos Muñoz en el concierto en Son Fusteret. | Teresa Ayuga

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‘10.40 post meridiem, llegamos tarde para no variar’ escupía la radio del coche. Era 1999 y yo no era más que un mocoso de siete años que no entendía ni la mitad de lo que decían. Lo confieso, no soportaba a Estopa. A mi madre y mis tíos les encantaban, pero a mí no me decían nada. Han pasado 25 años y ahora lo que no entiendo es la vida sin los hermanos Muñoz. Forman parte de mi infancia, juventud, adolescencia y, ahora, de mi día a día. Ayer fui tan solo uno más de las 15.000 almas que abarrotaron Trui Son Fusteret para celebrar junto a David y José el cuarto de siglo de aquel primer disco que marcó un antes y un después en la música española y que sigue tan vivo, tan enérgico como sus dos autores que ofrecieron un concierto como solo ellos pueden dar: de leyenda.

Hacía meses que se había colgado el cartel de ‘agotado’ para esta noche. Nadie que se considere seguidor de los Estopa se quería ni podía perder la ocasión. No todos los años se cumplen 25 años y el ambiente antes del concierto era de ganas, expectación, emoción y, sí, algunos nervios. Había quien vestía faldas con acentuadas rajas y no necesariamente para mostrar una pierna de mujer. Junto a ello, claro, mucho ‘pantaloncito estrecho’ combinado con ‘la camiseta de los conciertos’ como si se hubieran dicho antes de salir de casa ‘esta noche nos la comemos’.

Pero los más hambrientos estaban sobre el escenario. No se hicieron esperar lo más mínimo, a diferencia de lo que cantaban en sus inicios, y arrancaron por todo lo alto con Tu calorro y su icónico 'fui a la orilla del río'. Fue la primera oleada de éxtasis que recorrió a las miles de almas concentradas en el recinto y en las que se contaba un poco de todo: desde niños a no tan niños, pero más rejuvenecidos por una velada. A partir de los primeros acordes nadie dejó de bailar, cantar y viajar al pasado, a cuando hablar de Seat Pandas no sonaba a chino y todos nos partíamos la camisa como Camarón.

Es lo que tiene un concierto conmemorativo de un disco de hace 25 años: la nostalgia pega fuerte. No tanto por el tiempo en sí, sino por lo que se ha perdido en él. Por los que ya no pueden cantar por el del medio de los Chichos y por aquellos con los que alguna vez ‘partimos la pana’. Pero no había tiempo para los lamentos y, de hecho, por ellos también hay que disfrutar.

Y David y José fueron los más disfrutones. Respondieron al calor del público en una velada mentirosa, más fresca de lo habitual en todas partes menos en Son Fusteret, donde el calor estaba asegurado gracias al público, 'alma del ambiente', y al buen rollo, la energía, bromas y, sobre todo, la alegría de poder hacer y seguir haciendo lo que les gusta, la musiquilla que más les motiva.

Miles de asistentes disfrutan de Estopa en Son Fusteret. Foto: T.Ayuga

Así, los Muñoz dejaron a todos al borde del infarto con su frenética presencia. Los ojos del público parecían gritar ‘me falta el aliento’ en cada bocanada de aire para recuperar fuerzas y seguirle el ritmo a los Muñoz que repasaron no solo lo mejorcito de aquellos inicios, sino que también se dejaron caer por las canciones que vendrían después, temas que todos conocemos y que forman parte ya del imaginario colectivo como Ya no me acuerdo, Cuando amanece, Tragicomedia o Vino tinto, entre muchas más de la treintena de temas que sonaron.

Porque sí, el pasado sonó en Son Fusteret, pero Estopa no es ayer, es hoy y es futuro. Un porvenir que parece muy lejos en plena efeversencia musical y porque 'la vida en un minuto no pasa tan deprisa', pero que en cualquier caso está asegurado viendo las15.000 personas que acudieron al embrujo de Estopa queriendo decirles que mientras hagan música, ellos estarán ahí para escucharla y 'hasta que nos lleve el viento'.