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Hay quien se desanima cuando quiere escribir un trabajo o una novela sobre algún personaje del que se sabe bien poco. Por contra, hay quien en ese desconocimiento encuentra la mejor motivación posible. Este es el caso de Maria Escalas (Campos, 1969), quien, en distintas épocas y por diferentes vías, supo que la historia de Matilde Escalas –con quien, a pesar de compartir apellido, no guarda parentesco– bien merecía una novela. Este domingo, a las 13.00 horas, presentará Matilde E. (La Campana) en los jardines de La Misericòrdia, como parte de la Setmana del Llibre en Català –y, por ende, de la Diada de Mallorca–.

Y es que la compositora logró trabajar con algunos de los mejores autores de la época, como Isaac Albéniz, Erik Satie y Santiago Rusiñol, quien además fue su amante. De hecho, esta condición es la que ha condenado la memoria de Escalas, cuyo legado siempre ha permanecido a su sombra. Incluso su propia familia se deshizo de todos sus documentos y pertenencias, porque, según la escritora, «debía de ser una vergüenza, una hippie, lo que ahora llamarían una bohemia». «La verdad es que no entiendo cómo nadie había escrito nada sobre ella», asegura.

Y, sin embargo, la autora afirma que «siempre he dicho que lo más difícil no es encontrar una buena historia que contar, sino una buena forma de contarla». De esta manera, la solución que encontró la escritora fue crear una suerte de juego de espejos entre la protagonista de la novela, Martina, y ella misma, ya que Martina es una joven que está trabajando en una tesis doctoral sobre Escalas. Además, hay otro juego de espejos más de índole amorosa: Martina y Jaume, su tutor de la tesis, y Escalas y Santiago Rusiñol.

La realización de la tesis doctoral por parte de la protagonista es la base que sustenta Matilde E., pero, a su vez, el lector conocerá a Matilde Escalas a través de los testimonios de quien la conocieron, desde personajes célebres como Albéniz o Emilia Pardo Bazán hasta el cartero que la escuchaba tocar el piano en su casa, Cal Reiet (Santanyí) –quien, de hecho, era el abuelo de Maria Escalas– o una de sus hermanas.

Reivindicación

La reivindicación de la figura de Matilde Escalas se extrapola a la de tantas mujeres artistas cuya herencia ha perecido. «Estudié dos carreras, oboe y piano, y en ninguna de ellas toqué ni una sola pieza de ninguna mujer. En ese momento no caía en esa situación tan extraña, fue más tarde, ya mayor, que me di cuenta de que eso no era normal. Como dice Martina, cuántas mujeres de la época de Mozart se dedicaban a la música y no lo sabemos. Las mujeres somos más de la mitad, así que renunciamos a la mitad del talento».