Desde la izquierda, Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez: Carmen Mola. | Pilar Pellicer

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Su llegada al mundo editorial fue un terremoto. Lo hizo con La novia gitana, la primera entrega de una serie de novelas sobre una inspectora, Elena Blanco, que se presentaba a los lectores cosechando un gran éxito con una historia de intriga, suspense, tensión. Claro, todo el mundo se preguntaba: ¿quién será Carmen Mola? El otro terremoto llegó al saber que detrás del pseudónimo no había una, ni dos, sino tres personas. Tres guionistas de televisión, con carreras relativamente exitosas hasta el momento (dos de ellos, por ejemplo, responsables de gran parte de la escritura de la serie Hospital Central). Se trata de Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez, que abandonaron el anonimato literario cuando se les concedió el suculento Premio Planeta en 2021, precisamente en una noche de octubre. La vida les ha cambiado varias veces a los tres desde que dieran a luz a dos mujeres, la que aparece en las páginas y la que aparece en la solapa, y ahora con El clan, quinta y última entrega de la serie Elena Blanco que ayer presentaron en el último día del FLEM, matan a una para seguir viviendo con (o de) la otra.

Precisamente de esta especie de despedida arrancaron su encuentro con la prensa los tres escritores. Díaz señaló que al llegar a Mallorca «todo se torna optimismo», pero eso no cambia que les da «pena acabar con Elena Blanco». «Llegaba el momento», insistió Díaz y añadió que «no podíamos extenderlo. Lo mejor era hacer un Toni Kroos y acabar en lo más alto». Por su parte, Martínez también opinó sobre este desenlace y tranquilizó a los lectores:«Estamos contentos con el final, está muy bien» y se muestra claro y conciso: «Acabarlo mal habría sido una putada».

El trío se refirió a su modo de trabajo, que Mercero describió como «trasladar el modo de guionista a la literatura», pero con constante revisiones y correcciones de los unos a los otros para lograr el ‘estilo Carmen Mola’. Un modus operandi que ahora quizá echarán de menos cuando retomen sus escrituras en solitario: «Lo normal ahora para nosotros es escribir entre tres», comentó Díaz, «aprendimos a disfrutar del talento ajeno».

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La evolución del personaje de Elena Blanco, por otro lado, es pareja a la propia evolución de ellos como Carmen Mola. «La primera es muy thriller de los años 90 y esta es en la que más nos hemos acercado a la realidad», señaló Mercero. El clan es, pues, una historia que «parte mucho de noticias, reportajes y se podría decir que más que ficcionar, estamos relatando mucho». El resultado es «una novela muy real, comprometida, que es una patada contra el sistema, que es el peor psicópata que hemos metido en las novelas».

Por otro lado, en breve se cumplirán tres años exactos de la noche en la que Carmen Mola fue destapada, como en un capítulo de Scooby Doo, y se descubría que bajo la máscara se ocultaban ellos tres. ¿Cómo lo recuerdan?, les preguntamos: «Tengo la sensación de que no sé lo que pasó y lo que no», indicó Díaz, pero no dudó en señalarlo de «aventura maravillosa en la que pasamos de la nada al todo porque nadie sabía quién era Mola y de golpe fue una vorágine», recuerda el autor que con sentido del humor aseveró: «Le recomiendo a todo el mundo que gane el Planeta».

Martínez, por su parte, fue directo: «Morimos nosotros al salir. Fue algo que te cambia la vida y Carmen Mola pasó a ser el centro de nuestra vida laboral. La virtud del anonimato era escribir lo que nos diera la gana desde la libertad». Ahora, por otro lado, «decidimos matar la gallina de los huevos de oro» con el personaje de Blanco, pero aunque muere «hay Carmen Mola para rato», advierte Martínez al comentar que ase adentran en una «tercera etapa».

Sobre las críticas y conjeturas de que la elección del nombre se debía a una estrategia comercial para vender más, Díaz es claro: «No fue buscado porque cuando escribimos lo hicimos siendo nosotros tres. Fue un juego, ver si podíamos escribir una novela entre tres y acabarla. Ni mucho menos pensábamos que pudiéramos venderla a una editorial». En cuanto al pseudónimo, más tajante imposible: «Fue un chiste. Salió Carmen, y dijimos ‘Carmen mola’. Nada más. No hubo estrategia alguna y no queríamos ocultarnos detrás de un nombre de mujer, desde luego, queríamos ocultarnos detrás de una novela», dando importancia al texto más que al autor. Por último, Díaz también lanzó una pregunta al aire: «Si es verdad que ellas venden más por tener nombre de mujer, ¿qué pasa con las que no venden? ¿Las estamos insultando?».