Maria del Mar Bonet con 20 años, fotografiada en 1967 por Catany. | TONI CATANY

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¿Qué sucede cuando, cuarenta años después, llamas a la puerta de los censores de la Nova Cançó y les dices que quieres hablar con ellos? Para responder a esta gran pregunta, formulada por el periodista Plàcid Garcia-Planas, la historiadora y etnomusicóloga Maria Salicrú–Maltas (Mataró, 1978) ha dedicado nada más y nada menos que veinte años de investigación, de rebuscar entre los archivos de la censura. El resultado es el libro Aquesta cançó, no!, que acaba de publicar la editorial Comanegra.

Y es que, tal y como apunta en el volumen la autora, la Nova Cançó «es, sin duda, el fenómeno más importante del siglo XX en la historia de la música popular en los Països Catalans». «Nacido a finales de los 50, este movimiento cultural tiene una fuerza sorprendente porque, a través de la música, potencia el uso de la lengua catalana y la divulga más allá de sus fronteras lingüísticas en el marco de la dictadura franquista, que había prohibido el catalán en el ámbito oficial», detalla.

Una de las voces fundamentales de este movimiento es la mallorquina Maria del Mar Bonet, quien, de hecho, ha sido bautizada como ‘la gran dama de la Cançó catalana’. Salicrú-Maltas destaca además su papel en la divulgación de la música tradicional de Menorca y Mallorca, «creando canciones propias de alto nivel, que interpreta con una voz excepcional».

Maria Salicrú-Maltas es historiadora y etnomusicóloga.

Censura

En este sentido, sobresale el lanzamiento, en 1968, de la canción Què volen aquesta gent?, con letra de Lluís Serrahima, sobre el asesinato del militante antifranquista Rafael Guijarro Moreno, a quien la policía tiró por la ventana cuando fueron a detenerle de madrugada. En este caso, apunta, la censura llegó «desde arriba, por lo potente que era», pues «la vetó el delegado de Barcelona del Ministerio de Información y Turismo, el ministerio que gestionaba la censura y que lideraba Manuel Fraga». Según recoge Salicrú-Maltas, la orden daba la alerta de que todos los demás censores debían cerciorarse de que aquella canción no podía ser grabada ni cantada en directo. No es de extrañar que la canción se convirtiera en «un himno contra las injusticias que todavía sigue vigente, algo de lo que me alegro mucho por Maria del Mar Bonet».

Precisamente la investigadora insiste en que, a raíz de este tema, «los censores empezaron a mirarse con lupa todas las canciones, incluso las que se basaban en música tradicional mallorquina, como Aigo o El Majoral». «Comenzaron a buscarle tres pies al gato y pensaron que detrás de esos temas también había una reivindicación política, así que intentaron fastidiarla y humillarla, que desistiera y dejara de hacer canciones», añade.

Un telegrama de la censura un concierto de Bonet y Ramon Muntaner. Foto: CORTESÍA DE LA AUTORA

Por ortra parte, Salicrú-Maltas avisa que «la censura no terminó con la muerte de Franco», el 20 de noviembre de 1975, sino «tres años después, en 1978». «Nací ese año, en abril y el 5 de diciembre, el día antes de la Constitución, se terminó oficialmente la censura, así como tantas otras cosas que se mantenían intactas. Luego llegó la mal llamada Transición», recuerda. A la mallorquina también le intentaron censurar Romançó, «pero como estaba basada en el libro de Miquel Martí i Pol tuvieron que dejar que la cantara, no se pudieron negar porque ya habían autorizado el libro». Sí censuraron también Mercè, que dedicó a su madre, sobre todo por unas alusiones a monjes y monjas «un tanto irrespetuosas».

Asimismo, la autora dio con una censora llamada Mercè Ramon que le confesó que había una serie de canciones «que ya sabíamos de memoria que teníamos que prohibir», entre ellas L’estaca, de Lluís Llach, o Què volen aquesta gent? y que «eran especialmente duros con los músicos de la Nova Cançó». Ramon llegó a admitir a Salicrú-Maltas que «era muy fan de Maria del Mar Bonet, pero que tenía que censurarla». «Al fin y al cabo, para muchos censores, simplemente desempeñaban un trabajo como otro cualquiera: por la mañana censuraba a Maria del Mar Bonet y por la noche iba a sus conciertos». Así las cosas, la autora apunta que «doy a conocer las paradojas de la humanidad y sus contradicciones, que se refleja en cómo actúa cada censor».