Diego Pons y Antonio Coll se conocían en el mundo de la construcción. Los dos trabajaban para otras empresas pero no imaginaban que en un día podrían llegar a constituir una de las sociedades de referencia en Menorca. En octubre de 1964 emprendieron juntos el camino, aportando cada uno cinco mil pesetas al negocio e instalándose en los bajos de un edificio de la calle de Sa Lluna de Maó. Su primer cliente les pagó tres mil ciento cincuenta pesetas, y todavía conservan la factura que les sirvió para adelantar el dinero del primer compresor, que les costó sesenta mil. Eran momentos donde la ilusión puede más que el cansancio y en los que empezaban a conformar el carácter de la empresa. “Los primeros trabajos importantes que hizo mi padre y Antonio Coll se hicieron para Gesa-Endesa, cosa que les permitió coger bastante volumen y afianzarse con soltura”, explica Lino Pons, actual propietario y gerente de la empresa, quien lidera la segunda generación de una compañía que se ha convertido en familiar, después de que comprara la mitad del negocio al socio de su padre en 2011. “En pocos años pasaron de dos a diez empleados y necesitaron un almacén más grande para guardar la maquinaria que se iba comprando”, explica el gerente. Antonio y Diego SA se hacía un hueco como empresa de construcción y servicios en constante evolución.
S'ARRAVALETA. De todos los trabajos que forman parte del currículum de Antonio y Diego SA a lo largo de cincuenta años, es difícil escoger cuál representa para ellos su obra maestra porque en esta historia de retos constantes han contribuido decisivamente a dibujar el paisaje de casi todo el territorio menorquín. En 1972 les llegó el encargo de pavimentar las dos arterias principales del centro peatonal de Maó. Las calles de s'Arravaleta y Nou fueron un trabajo del Consistorio que se llevó a cabo con un azulejo hidráulico rojizo muy característico, que hoy en día sigue en perfecto estado. “Creo que fue la primera gran obra para la administración, y cuarenta años después no se ha tenido que reformar. Para nosotros es marca de la casa que siga como el primer día”, afirma Lino Pons, que precisamente nació aquel año. Mientras tanto, en 1974 llevaron a cabo su primera promoción de apartamentos y casas en Cala Mesquida, que se construían los sábados y domingos ya que el ritmo entre semana era frenético. “Se establecía una confianza con los clientes que nos daba alas a seguir creciendo, como por ejemplo, la provechosa relación que todavía hoy mantenemos con el Grupo Endesa, con el que empezamos a colaborar en la década de los ochenta”, afirma el gerente.
NUEVA NAVE. A finales de los años 80, la empresa se traslada al polígono de Maó tras adquirir una parcela de mil metros cuadrados y construir una nave de ochocientos. Por aquel entonces también se habían incorporado al departamento de administración Marga y Martina Pons, hijas de Diego Pons. Marga sigue hoy en activo, tomando las decisiones en la empresa junto a su hermano. La flota de vehículos no llegaba todavía a los catorce camiones actuales pero, año tras año, se añadía nueva maquinaria para atender los encargos que iba asumiendo la empresa. Desde obra pública y privada a viales y carreteras, construcción de viviendas, transporte de materiales, instalaciones eléctricas o servicios especiales, Antonio y Diego SA generaba puestos de trabajo y se encargaba de la edificación de proyectos de gran calado. El gran despegue de la empresa fue conseguir a principios de los años noventa, la clasificación necesaria para poder contratar con cualquier administración, fuera el Consell, el Gobierno o Puertos del Estado.
Durante toda la década de los años noventa se llevaron a cabo grandes obras, como el Polígono I en la vía ronda de Maó, que supuso una inversión de más de un millón de euros a lo largo de dieciséis meses, en los que se pavimentaron 40.000 metros cuadrados, se hicieron 31.184 metros cuadrados de zonas verdes o una zona deportiva de 5.600 metros cuadrados. En la larga lista también destacan la demolición del antiguo Club Marítimo, la demolición del Trocadero (una antigua sala de fiestas muy conocida), la construcción de los colectores del Parque Rochina y de ses Voltes, con la que hicieron la Plaza de la Conquista, la ejecución del polígono de Ferreries, que se levantó en 1997, así como la infraestructura exterior del Insoltel, el único hotel de cinco estrellas que existe en Menorca, donde Antonio y Diego estuvo encargado desde la excavación hasta la instalación de las pistas de tenis. Una larga lista de trabajos a los que añadir la demolición de la chimenea de Endesa en su central térmica de Maó, la instalación de dos turbinas de gas con un presupuesto cercano a los tres millones de euros o la canalización del tramo urbano en el Canal Salat de Ciutadella. El trabajo no se agotaba y la empresa se especializaba también en medioambiente, certificando sus procesos o convirtiéndose en la única autorizada de Menorca para el tratamiento de amianto y uralita.
ÚLTIMA ETAPA. En 2004 se jubilaba Diego Pons tras cuarenta y un años en la compañía. Siguió en la gerencia su hijo Lino, que se había incorporado en 1989. Al poco tiempo también se jubilaba de la dirección el cofundador, Antonio Coll. Todo se producía en un momento muy dulce en los que la celebración del treinta aniversario de la compañía coincidía con la etapa de mayor facturación, cuando se llegaron a superar los siete millones de euros y la empresa contaba con ciento veinte empleados.
Nada hacía presagiar el tsunami que esperaba a la vuelta de la esquina a partir de 2012, el año en que Antonio y Diego SA se convertía por primera vez en la empresa de la familia Pons, con la adquisición de todas las participaciones y la incorporación en el consejo de administración de las tres hermanas, Martina, Francisca y Marga.
Los últimos cinco años han tenido un escenario completamente distinto que coincide, tristemente, con el fallecimiento de Diego Pons en 2011, la caída drástica de obra pública y privada y la forzosa adaptación a una nueva realidad. “Pese a que hemos podido hacer trabajos destacables, como el vial del dique de Ciutadella o la mejora de la carretera entre Maó y Sant Lluís, las dificultades de liquidez ante la falta de financiación bancaria nos ha cortado las alas”, explica el gerente. “De los 120 trabajadores que fuimos, hoy somos una veintena. El parque de maquinaria está prácticamente parado y los niveles de facturación están como en los años ochenta. Esta es la foto actual de Antonio y Diego, en una empresa que en cincuenta años ha llegado a tener 700 trabajadores, sin que hay que lamentar ningún accidente mortal, y que no se rinde”, explica el gerente de la compañía, quien durante años también fue un mecenas del mundo cultural, deportivo y social. Este año han decidido abrirse a la licitación para obras en Mallorca y Eivissa por primera vez, con la vista puesta en la recuperación.
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