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Las entidades financieras de nuestro país han salido bien paradas de los test de estrés realizados por el BCE. Sin duda, esta es una buena noticia que pone en evidencia la excelente salud de la banca española y demuestra que las ayudas públicas y las provisiones realizadas desde 2008 han dado sus frutos. Este hecho nos puede hacer creer que ya no existirán impedimentos insalvables para que, a partir de ahora, el crédito llegue a la economía productiva en condiciones asumibles. No obstante, hay que ser muy cautos a la hora de asegurar que, efectivamente, superadas las pruebas, la financiación llegará con más facilidad a familias y pymes, sobre todo si tenemos en cuenta las reflexiones del propio gobernador del Banco de España que ha manifestado que “aprobar las pruebas de solvencia era una condición necesaria pero no suficiente”. Así pues, la restauración del crédito dependerá también, y muy especialmente, de cómo evolucione la actividad económica europea de la que somos especialmente dependientes. Dicho lo cual, debemos alegrarnos, pues, de que Mario Draghi se haya tomado muy en serio evitar a toda costa una tercera recesión o que Europa, como dicen algunos, corra el riesgo real de vivir la temida japonización.

Precisamente para no caer en esta vía muerta destacados economistas están reclamando insistentemente que el BCE actúe con más vigor y fortaleza, implementando medidas de estímulo monetario para intentar reactivar la actividad económica, como en su día hizo la Reserva Federal para impulsar la economía de EEUU que actualmente, a diferencia de la europea, está creciendo a una tasa anualizada del 3,5%.

Por otra parte la inflación de la eurozona sigue aún lejos del objetivo del 2% y esto, sin duda, ensombrece todavía más el panorama y acrecienta los temores deflacionistas. El comportamiento de los mercados financieros de estos días son un serio aviso y ponen sobre la mesa la necesidad de que, sí o sí, el BCE, como se ha dicho insistentemente, coja el toro por los cuernos y ponga en marcha nuevas medidas extraordinarias, adicionales a las aprobadas este verano, haciendo, si es necesario, oídos sordos a los reparos que sobre el particular pueda poner de manifiesto el Bundesbank alemán. Es urgente dejar de lado las políticas de austeridad y apostar decididamente por el crecimiento y la creación de empleo.

Para que España consolide su crecimiento es imprescindible frenar en seco la parálisis europea y que la locomotora alemana nuevamente se ponga en marcha. Este es el gran reto al que se enfrenta hoy el BCE.