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Mucho adolescente se ha visto en un mitin que, pese a los globos verdes, se ha teñido de blanco y negro, nostálgico de la España del NO-DO. Mucha bandera patriótica, un reiterado ¡Viva España! y un final en pie, escuchando el himno nacional. Pero no sólo han contado los gestos, los discursos también se han remontado a otra época. «Nos animan a llegar solas y borrachas a casa, a no depender de los hombres, como si eso nos hiciera más fuertes», ha dicho María Ruiz, responsable de la organización nacional de Vox, entre vítores. «Sólo Vox defiende a las mujeres para devolvernos el lugar que nos ha correspondido como pilar fundamental. Sin mujeres no hay familia, estaremos en el altar que merecemos», ha añadido. Tampoco han faltado las menciones a ETA. Ha dicho el candidato Santiago Abascal que las amenazas de hoy «las hacen los mismos que justificaron el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y el de Calvo Sotelo, víctimas del odio separatista».

Los ha habido arropados con banderas, también quienes han vestido camisetas de la legión; se han visto carteles contra la hoz comunista y entre tanto símbolo, algún que otro turista intentando salvar su ensaimada de camino al hotel.

A pocos metros, los suficientes para no interferirse, se ha celebrado la fiesta de aniversario del bar Flexas, un clásico del verano, y punto de encuentro y celebración LGTBI. Así ha sido como se ha colado algo de color tras el escenario de la extrema derecha, con algún abanico o bolsa portadoras de la bandera de la diversidad en busca de la fiesta del Parc de la Mar. La desafortunada coincidencia también ha traído la única nota discordante de la noche. «¡Facha!», han gritado de lejos a la intervención de Abascal. El candidato de Vox ha respondido, micrófono en mano: «Mira, una enviada de Sánchez, ¡simpática!». «Seguro que también grita ‘viva Fidel Castro', como Yolanda Díaz, la cómplice de Armani de Pedro Sánchez», ha añadido. Abascal se ha entragado a su público, rendido al candidato. El encuentro, eso sí, ha sido un ejemplo de orden y rectitud. A los pocos minutos de terminar ha vuelto la normalidad a la Seu. «Ha sido fantástico, he llorado», se marchaba una de las asistentes.