Hachani fue asesinado ayer por la mañana de dos disparos en la
cabeza y en el pecho, cuando se encontraba en la sala de espera de
su dentista, en el barrio de Bab el Ued, uno de los feudos
islamistas en la capital argelina. Las primeras investigaciones
apuntan a los radicales del GIA como autores del atentado.
Con una libertad de movimientos de la que no gozaban ni el jefe
histórico del Frente, Abassi Madani "en residencia vigilada", ni su
«número dos», Ali Belhadj "encarcelado en Blida", Hachani logró que
el Ejército Islámico de Salvación (AIS) cesase las hostilidades en
1997 y aceptase someterse a la autoridad del Estado el pasado
junio.
Partidario de un Islam político y de tintes argelinos, y amante
del diálogo, fue nombrado presidente provisional del Ejecutivo del
FIS en junio de 1991, tras el arresto de Madani y de Belhadj,
puesto desde el que trabajó en favor de la unidad del partido,
logrado la victoria en las elecciones legislativas anuladas de
diciembre de 1991.
Desde entonces, buscó el equilibrio entre las amenazas de huelga
y las llamadas a la moderación, intentando no provocar en exceso al
Gobierno ni desairar a los más radicales de la formación; estas
dotes de negociador fueron esenciales a su salida de la cárcel en
julio de 1997.
LARGAS NEGOCIACIONES
Tras cinco años en prisión, desempeñó un papel preponderante en las
negociaciones entre el AIS y el Ejército argelino, que llevaron a
la tregua unilateral de la milicia islamista en octubre de aquel
mismo año, el primer paso sólido hacia el final de un conflicto que
desde 1992 se ha cobrado la vida de unas 100.000 personas.
La tregua de octubre de 1997, y el posterior acuerdo de junio,
concluyeron con la ley para la Concordia Civil, votada por el
Parlamento, pero rechazada por el Grupo Islámico Armado (GIA) de
Antar Zuabri.
La ley de Concordia, promulgada el pasado 13 de julio y aprobada
masivamente por los argelinos en referéndum en septiembre, fue en
parte negociada por Hachani; el texto establece, en especial, una
amnistía total o parcial de los islamistas no implicados en delitos
de sangre, violaciones o atentados con bomba en lugares
públicos.
Sin embargo, Hachani criticó la falta de audacia de la ley de
Buteflika, y exigió una amnistía total; el pasado octubre, en
declaraciones a un diario suizo, denunció «el rechazo del poder de
implicarse en un proceso de democratización real», y pidió una
«apertura política verdadera que logre un tratamiento justo».
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