La nueva enfermedad del presidente ruso, Borís Yeltsin, estalló
ayer sin orden ni concierto en mil versiones sobre su gravedad real
o ficticia, y hasta el Kremlin se creyó obligado a desmentir la
supuesta «muerte clínica». Aquejado oficialmente de «infección
vírica acompañada de bronquitis aguda», Yeltsin irrumpió así con su
estado de salud como factor de distorsión en la doble campaña
electoral que decidirá el futuro de Rusia en el nuevo milenio.
Dimitri Yakushkin, portavoz presidencial, apareció ante las
cámaras de televisión de alcance nacional para rechazar «todas las
tonterías» difundidas en pocas horas, desde un derrame cerebral
hasta una «huida de la quema» por la guerra de Chechenia.
Estas dos líneas nítidas sobre la enfermedad genuina o la
recaída «política» emergieron con diversas variantes más o menos
descabelladas desde que el Kremlin anunció ayer a las 15.51 hora
local que Yeltsin estaba enfermo.
En otro orden de cosas, la mayor parte de las operaciones
militares en Chechenia estarán terminadas antes de fin de año,
según anunció ayer un alto responsable ruso, en momentos en que
proseguían los violentos bombardeos contra Grozni y la ciudad
vecina de Urus Martan.
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