Los jefes de Estado o de Gobierno de los países de la Unión Europea
(UE) comenzaron a llegar ayer a Helsinki para la que será la última
cumbre europea en este siglo. La capital finlandesa fue escenario
ayer de intensos contactos políticos, en los que la presidencia de
turno finlandesa y el representante para la política exterior de la
UE, Javier Solana, intentan convencer al primer ministro griego,
Costas Simitis, para que levante su veto al reconocimiento, por vez
primera, de la candidatura de Turquía a la UE.
La desesperada situación de la capital chechena, Grozni, ha
obligado a realizar cambios de última hora en la agenda. En
principio estaba previsto que la crisis de Chechenia fuera
analizada por los líderes europeos hoy en la cena, pero debido
sobre todo a las presiones de Francia, la cuestión ha sido
adelantada al almuerzo.
La otra gran cuestión abierta sigue siendo Turquía. La práctica
totalidad de los socios comunitarios quieren que esta cumbre
otorgue por fin a ese país, aspirante desde 1987, el rango de
candidato al ingreso. El día en que los Quince se proponen abrir la
puerta a otros seis candidatos (Letonia, Lituania, Rumanía,
Eslovaquia, Bulgaria y Malta), la UE trata de enmendar el
desastroso distanciamiento provocado por la cumbre de Luxemburgo,
de diciembre de 1997, donde Turquía se vio rechazada por razones
políticas.
Pero dar satisfacción a Turquía pasa por el consentimiento de su
eterna rival y vecina, Grecia. A cambio de su sí, el Gobierno
griego quiere recibir garantías de los demás socios de que la
integración de Chipre en la Unión no será frenada por su condición
de isla dividida; de que se arreglará el conflicto bilateral por
varias islas del Egeo; y que se especificarán los criterios
políticos que debe cumplir Ankara para entrar en la UE.
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