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TAGUIR SALÀYEV - NAZRAN «Las fuerzas armadas chechenas controlan la capital», afirmó uno de los líderes políticos separatistas, Movladi Udúgov, poco después de que el presidente ruso, Boris Yeltsin, brindara en el Kremlin por su Ejército, lanzado al asalto de la capital rebelde. Según fuentes chechenas, su misión es mantener Grozni bajo su control hasta después de la fecha simbólica de la Nochevieja, que marcará la entrada de la Humanidad en el nuevo siglo y milenio.

Cumplida esta tarea, se proponen replegarse al sur de la república y dedicarse a lo que constituye la peor pesadilla del Ejército ruso y que tan bien demostraron hacer en la contienda anterior: la guerra de guerrillas. El ministro ruso de Defensa, mariscal Igor Serguéyev, esgrimió la «resistencia encarnizada» de los «extremistas islámicos» para explicar por qué se ha «empantanado» la ofensiva a Grozni, como afirman las televisiones rusas pese a la rígida censura oficial.

El número 2 del Estado Mayor ruso, Valeri Manilov, declaró ayer que la toma de Grozni es «cuestión de días, pueden ser dos o tres, pueden ser siete o diez», en una rueda de prensa en Moscú. Según Manilov, las fuerzas rusas pronto acabarán con los rebeldes, como muy tarde en marzo.

Un parte del mando federal matizó que el avance de las fuerzas gubernamentales sobre la capital de Chechenia «se complica por la existencia de enormes campos de minas y porque la ciudad está rodeada de profundas zanjas llenas de petróleo». «Las tropas federales sufren elevadas bajas y en los últimos tres-cuatro días perdieron unos 1.000 soldados, dijo Udúgov, quien también denunció la muerte de unos 110 civiles en los bombardeos aéreos rusos en otras zonas de Chechenia.