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El primer ministro francés, Lionel Jospin, subrayó ayer que el plan de autonomía para Córcega está condicionado al fin de la violencia y recalcó que el Parlamento controlará cada una de las etapas de la transferencia de competencias. En su discurso de clausura de las jornadas de verano del Partido Socialista (PS), Jospin afirmó que el proceso para Córcega será «gradual y condicionado, cada etapa será controlada y aprobada» por el Parlamento.

Recordó la especificidad de Córcega, «su historia, su insularidad y los problemas particulares que plantea desde hace varios decenios», al tiempo que subrayó que «no se trata de asimilar» la situación de la isla mediterránea a la de «otras regiones francesas». «No se trata de hacer de Córcega el laboratorio de una nueva descentralización de la República», concluyó el primer ministro.

El socialista Jospin precisó que, a su juicio, debe ser el electorado el que refrende en referéndum la revisión constitucional prevista por el plan de cara al 2004. «Condenamos y combatimos la violencia, no renunciamos a perseguir actos criminales (...) No sólo nunca se primará la violencia sino que nuestra actuación misma se basa en la renuncia a la violencia. El proceso, para continuar, supone la condena de la violencia política y, luego, su desaparición», afirmó con rotundidad.

El primer ministro respondió así a los detractores de su plan de autonomía para Córcega, en particular a las críticas del recién dimitido ministro del Interior, Jean-Pierre Chevenement, que salió el pasado martes del Gobierno por su negativa a defender la iniciativa ante el Parlamento. «He querido tratar el problema corso globalmente y en toda su dimensión política (...) He leído críticas excesivas (...) pero no he oído propuestas que puedan analizarse como otras vías para hacer frente a las graves dificultades de la isla mediterránea», explicó Jospin.